Parece difícil hacerlo tan mal con un material tan bueno,
pero es que incluso la sosa peli que protagonizaba Robert Redford no dejaba tan
mal sabor de boca. Baz Luhrmann es tan crack que se permite enmendarle la plana
Fitzgerald y a una de las consideradas mejores novelas del siglo XX. ¿Por qué no,
si también se atrevió con Shakespeare? Me justa jugar y acepto el reto de ver
estas obras pasadas por el filtro del autor , pero si te atreves,
debes estar seguro de que vas a ofrecer algo que merezca la pena.
No me desagrado “Romeo&Juliet”, (debo ser de los pocos) y me encantó “Moulin Rouge”, son películas desinhibidas y frescas, y hay que reconocer que dio en el clavo con la banda sonora, haciendo de su elección despiadada y muy acertada una de sus señas inconfundibles de autor. Luego vino la aburrida "Australia", y ahora esta versión de “El gran Gatsby”, en donde ha querido seguir la personal formula que tan buenos resultados le diera anteriormente.
También acepto que no se ajuste exactamente al libro y que se saque escenas de la manga, pero lo de poner a un Nick Carraway alcoholizado y orgiástico yendo a la consulta del psiquiatra a escribir sobre Gatsby, eso es simplemente basura. Precisamente el Nick Carraway del libro es abstemio, si no recuerdo mal, y parece contemplar los excesos desde la distancia, no siente el más mínimo impulso artístico, ni mucho menos literario, y no es más que el anodino contrapunto a la fastuosidad del hombre reinventado que representa Gatsby.
Hay una escena maravillosa en el libro; Gatsby, impaciente y nervioso, está esperando en casa de Nick a que llegue Daisy, pero cuando ella aparece se siente tan atemorizado que amaga con irse, aunque Nick le convence para que se quede. Esta escena es crucial, es una escena a la asistes en el libro con la boca abierta, (aunque no haya asesinatos, ni explosiones, ni esas cosas que les gustan a los que les gustan los libros en los que “pasan cosas”), te mantiene sin aliento porque vas a asistir al reencuentro de un hombre con el amor de su vida (así mismo, aunque suene cursi), con alguien que ha hecho que incluso cambie de nombre y de identidad, y estamos dispuestos a sentir con Gatsby la vergüenza, el terror y las pulsaciones desenfrenadas de este momento.
En la película esta escena se desarrolla más o menos de un modo parecido, el problema es que la puesta en escena, el jardín, los pasteles, las flores, es tan cargante e irreal (como corresponde a Baz Luhrmann) que contribuye a darle un tono de comedia que la sobreactuación de di Caprio no hace más que acentuar, hasta el punto en que para el público esta escena se convierte en un gag de Mr Bean en el que cree que lo oportuno sea reírse. Y tal vez estén en lo cierto.
El casting es acertadísimo, (aunque nunca acabé de ver a Daisy Buchanan en Carey Mulligan pero eso es cosa mía, supongo) y aún así casi todas las actuaciones son pésimas, rayando en lo desconcertante la de Leo di Caprio, un grandísimo actor en la peor interpretación de toda su carrera. Hablando de las interpretaciones, tal vez lo mejor de la película sea Joel Edgerton, que aporta a su actuación la dura estridencia que tan bien le viene al personaje de Tom Buchanan, tanto como para comerse al resto de los actores cada vez que aparece en pantalla.
Y no, no diré nada de la “era del Jazz”, cuyo rapsoda más célebre fue Fitzgerald, ni de la banda sonora a ritmo de Beyonce o Lana del Rey, o de sustituir los picaros contoneos de las atrevidas “flappers” por la coreografía de un concurso hortera de la tele, eso ya nos lo esperábamos todos, y no es lo más sangrante.
Lo más sangrante es que, en el cine, el gran Gatsby siga siendo tan pequeño.
Quique Castro.