jueves, 25 de febrero de 2016

ALN, la empresa que no paga

En Barcelona 350 trabajadores sufren una suerte peor que la del paro. En una reunión que ha tenido lugar este miércoles 24 de febrero, la directiva de la empresa de telemarketing ALN ha comunicado que no pagará a sus empleados la nómina de enero ni la de febrero, y que no tiene ninguna intención de salvar sus centrales situadas en las calles de Entenza y de Aragón. También se les ha recordado a los trabajadores de ALN que, de no acudir al trabajo, serán despedidos de modo procedente y perderán todo derecho a indemnización. Es decir, que no van a cobrar, pero tampoco pueden abandonar su puesto.

Algunos de los trabajadores de ALN que llevan menos tiempo en la empresa, entre los que me cuento, han decidido renunciar a su liquidación para encontrar otro empleo, pero hay otra gran parte para la que abandonar significaría renunciar a varios miles de euros de indemnización. A algunos de los teleoperadores no les queda dinero ni para comprarse el billete de metro para ir a trabajar, y a otros ni siquiera les llega para cubrir las necesidades de sus familias. O abandonan y pierden el dinero que les corresponde o aguantan sin cobrar. Este es el modo indecente que la empresa ALN, amparada en las leyes españolas, ha ideado para cerrar sus plataformas y al mismo tiempo ahorrarse el dinero de las indemnizaciones. Pero, ¿a quién pertenece la empresa ALN?

El máximo accionista de ALN es José Ángel Crego, presidente de la patronal Círculo Empresarial Leones, recordado por sus declaraciones en las que se preguntaba por qué una empresa tenía que indemnizar a un trabajador cuando lo despedía, y por qué el trabajador no estaba obligado a indemnizar a la empresa cuando la abandonaba. Una polémica que obligó a José Ángel Crego a renunciar como cabeza de lista en la formación de Ciudadanos por León.

Recientemente se ha sabido que además pagaba un sueldo a su valedor político y coordinador provincial de Ciudadanos en León, Sadat Maraña, a través de una empresa en Canarias por donde jamás le vieron asomar la cabeza. Sadat Maraña, a su vez, renunció por falsear su currículo al incluir una licenciatura en Administración y Dirección de empresas que jamás estudió.

Según declaraciones de un responsable de CCOO a "El diari del treball", "en la dirección nos dicen que todo va bien. Incluso nos han dicho que la facturación ha superado los 25 millones. La conclusión que saca el sindicato, según este diario, es que ALN simplemente no paga porque prefiere dedicar estos ingresos a su expansión en latinoamérica.

¿Son estos son los empresarios que vienen a salvar a España, los que hablan de "cambio" y los que hablan de "gestión"? Es de pesadilla imaginárselos gestionando una ciudad, pero hasta hace poco José Ángel Crego era una de los representantes de Ciudadanos, partido con el que el PSOE planea sacarnos de la crisis.



Quique Castro.

martes, 16 de febrero de 2016

Cuartetas al teleoperador que no cobra

Esta chalupa hace agua
la que no sale del baño
porque la empresa no paga
y esto ya huele a engaño

Han vendido mil tarjetas
se han dejado la garganta
trabajando por la jeta
y la gente ya no aguanta

Cuatro gatos que resisten
en la oreja el pinganillo
como en una pesadilla
sin un duro en el bolsillo

ahora busco una palabra
que rime con auricular
pienso, pienso... ¡abracadabra!
Ya me ha venido... ¡encular!

Quique Castro

lunes, 15 de febrero de 2016

Teleoperador en el Infierno

- Buenos días, soy Juan Pérez, de Arderás, empresa colaboradora con el Infierno. Pregunto por el señor Eduardo Gómez.

Eduardo Gómez apenas ha entendido nada de lo que acaban de decirle por teléfono, y además acababan de despertarle de la siesta.

- ¿De dónde dice que llama?
- De Arderás, empresa colaboradora con el Infierno.
- Escuche, estoy harto de que llamen a este número, ya les he dicho que no pienso cambiar de banco.
- Eduardo, no le llamo para que cambie de banco ni para venderle nada. En el Infierno estamos promocionando los nuevos bonos de estancia temporal a cambio de sus deseos.
- No estoy interesado, de verdad.
- Eduardo, estamos haciendo una promoción especial para personas que se han quedado sin trabajo, ¿está usted en el paro actualmente? 

Juan Pérez sabe lo que hace, lo primero que tiene que conseguir es que el cliente le escuche, lo segundo, implicarle, hacerle entrar en la conversación para que le de datos. Cuando más le diga Eduardo sobre sí mismo, mejor.

- Pues sí.
- Con los nuevos bonos de estancia temporal en el Infierno podría usted encontrar trabajo mañana mismo a cambio de cinco años en el Infierno, si es lo que desea, o incluso podría tocarle la lotería a cambio de veinticinco años, tenemos también el bono hogar, con el que podría cancelar su hipoteca a cambio de tan solo ocho años.
- Oiga, si se trata de una broma...
- No se trata de una broma, Eduardo, el bono de estancia anual en el Infierno ha aparecido este año en la revista Hades como uno de los tres mejores productos financieros. Usted elije su deseo en función de los años que desee pasar en el Infierno e incluso elije la forma de pago.
- ¿De verdad podría cancelar mi hipoteca?
- Efectivamente, Eduardo.

Al otro lado de la línea, Eduardo Gómez puede sentir la sonrisa teléfonica del vendedor, no le gusta, pero la oferta es tentadora y no pierde nada con escucharle, aunque no soporta el modo en que ese intruso que acaba de sacarle de la siesta no deja de repetir su nombre una y otra vez.

- ¿Cómo funciona eso?
- Aplazar la hipoteca supondría ocho años de asistencia a un curso de riesgos laborales continuo.

La oferta es tentadora, pero la sola perspectiva de tener que asistir a un curso de riesgos laborables, siquiera por un solo día, le parece insoportable. El silencio al otro lado del teléfono indica a Juan que el pez se lo está pensando.

- Eduardo, imagínese no tener que pagar nunca más un recibo de hipoteca, poder viajar, salir a cenar los fines de semana, tener dinero para darse los caprichos que usted se merece.
- ¿Qué capricho me iba a dar, si no tengo trabajo?
- Precisamente para gente como usted esta pensado el bono de estancia temporal, Eduardo, mañana mismo puede encontrar trabajo a cambio de tan solo cinco años en el Infierno.
- ¿Podría ser un trabajo de lo mío, como mecánico?
- Por supuesto, Eduardo.
- ¿Y en qué consistiría la penitencia?
- Como le dije, usted elije la forma de pago, la primera oferta consiste en dedicarse durante cinco años a escuchar todos los mensajes del Rey repetidos en bucle, la segunda consiste en realizar un trabajo de representación comercial para el Infierno.

A Eduardo Gómez aquello no le suena tan mal, a fin de cuestas se trata de un trabajo estable para el resto de su vida, así que acepta.

- Pues nada, Eduardo, al finalizar esta llamada no olvidé hacerse un corte en un dedo y verter su sangre en un gallo negro muerto entre las doce y las dos del medio día, justo en ese momento olvidará esta conversación y al día siguiente encontrará trabajo.

Un día más tarde, sin saber por qué motivo, Eduardo Gómez se encuentra con un gallo muerto entre las manos y con un mozo de mirada hosca que corre hacia él con un grueso bastón en la mano. Al día siguiente, con un ojo morado y las costillas doloridas, recibe una llamada de una de las cadenas de talleres mecánicos más importantes del país para ofrecerle un puesto como encargado.

Pero no lleva ni dos días de trabajo en el taller cuando se le desploma un coche encima y Eduardo Gómez deja este mundo, y no lleva ni dos minutos muerto cuando se presenta ante él un tipo trajeado que apesta a azufre.

- Hola Eduardo, soy Celestino Menéndez, comercial de Arderás, empresa colaboradora con el Infierno, ¿cómo te encuentras?
- Algo aturdido.
- Bueno, es lo normal cuando te mueres, nada de qué preocuparte. No sé sí recuerdas que firmaste uno de nuestros bonos de estancia temporal en el Infierno.
- Sí, ahora lo recuerdo todo, pero apenas he podido disfrutar de mi trabajo.
- Lo siento, Eduardo, pero en el contrato que firmaste especifica claramente que tienes que pasar cinco años en el Infierno, sin tener en cuanta el tiempo que hayas disfrutado de tu deseo.
- Supongo que firmé cuando maté aquel gallo y unté sus plumas con mi propia sangre.
- No, qué va, eso no vale para nada, pero nos gusta porque le da un toque más elegante a la transacción, ¿no crees?
- Visto así...
- Pues nada, Eduardo, acompáñame, que te voy a llevar a tu puesto de trabajo para que desempeñes la penitencia que elegiste.
- Como comercial era, si no recuerdo mal.
- Bueno, comercial, comercial...

Eduardo es conducido a través de varios círculos del Infierno hasta llegar a una amplia sala en la que hay dispuestas varias hileras de hombres y mujeres llamando por teléfono. Una confusión incesante de voces llena la enorme estancia. Celestino lo conduce junto a una silla vacía y le pide que tome asiento.

- Juan, este es tu nuevo compañero, indícale en qué consiste su trabajo.
- Juan Pérez, encantado-. Eduardo estrecha la mano que le tiende su futuro compañero-. Tienes suerte, al menos el respaldo de tu silla no está roto, ¿qué haces por aquí?
- Contraté un bono de estancia temporal en el Infierno.
- Ah, fenómeno, entonces ya sabes a qué te vas a dedicar durante los próximos cinco años.

Quique Castro.

jueves, 11 de febrero de 2016

El teleoperador y el fallecido: una historia real


Si yo leyera esta historia no me la creería, y si alguien me la contara pensaría que trata de gastarme una broma o que me quiere tomar el pelo, pero es rigurosamente cierta, lo sé porque me ocurrió a mí. Puedes pensar que me la he inventado, que se trata de una ficción inofensiva con el objeto de entretener a quien la lea, en tal caso cierra esta página inmediatamente, porque todo lo que vas a leer me ocurrió de verdad, y si lo escribo es tan solo para quitarme de encima la extraña sensación que me produce.


Hace cinco meses que trabajo en una empresa de telemarketing, ya sabéis de qué va este rollo, llamar sin descanso por teléfono a gente que no conoces, despertarles de la siesta, interrumpir a la jefa en su despacho justo cuando acaba de cerrar la puerta para tratar de seducir a su joven becario, acosar a sudorosos autónomos que conducen su furgoneta en medio de irritantes atascos, preguntar por fallecidos hace meses, o hace años, gritar para que te escuchen ancianos con problemas auditivos que hace mucho tiempo que sólo hablan con el gato (disecado y mohoso, encima del televisor)...

A lo que me dedico, concrétamente, es a pelearme con los que tienen la bondad de aguantarme y tratar de endilgarles una tarjeta de crédito. En realidad no les vendemos la tarjeta nosotros, lo que hacemos es convencerles de que reciban a uno de nuestros comerciales. Algunas veces consigues vender, y otras consigues que te cuelguen, o que te insulten; si te lo tomas con filosofía, puedes creer que formas parte de un servicio terapéutico telefónico.

A lo que íbamos. La semana pasada me contestó un tipo con voz letárgica, como si acabara de despertarse, no estaba de mala leche, pero estaba cansado de que le llamaran para tratar de venderle la tarjeta. Matías Fernández, se llamaba. Lo vi asequible, amable y medio conversador, así que me enganché a la yugular sin piedad. Conseguí que aceptara una visita para ese mismo día a las cuatro de la tarde.

Al día siguiente me vino el resultado de la visita: "Dice el comercial que el titular está fallecido".

¿Cómo que fallecido? ¿Fallecido?. ¿Fiambre? Pero si yo mismo había hablado con él la mañana anterior. tenía que averiguar qué era lo que había ocurrido.

- ¿Matías Fernandez?
- Sí, soy yo -Seguía teniendo la misma voz dormida.
- Matías, soy Enrique de (nombre del banco), el otro día quedamos en visitarle a su casa para hacerle entrega de la tarjeta Maxi Oro con Ribete de Platino e Incrustaciones de Diamantes, ¿se acuerda?
- Sí, me acuerdo.
- Parece ser que el comercial se pasó, pero no había nadie, ¿vive usted en la Calle Naniano Naniano, número pi?
- Ah... Bueno, no. Ahí vive mi mujer.
Parece que había dado con el problema.
- ¿Podría darme su dirección, por favor?
- Bueno, yo estoy en el cementerio de Poblenou, en el corredor H, tumba 44. La encontrará fácil, porque pone mi nombre, Matías Fernández.
- ¿Pe...Perdón?
- Sí, es que yo estoy muerto, ¿sabe usted? Fallecí de un ataque al corazón hace un año, me enterraron con el móvil porque se lo olvidaron en el bolsillo del traje, uno barato de Zara que me queda un poco corto de mangas.
- ¿Se trata de una broma, señor Fernández?
-Se lo que está pensando, un móvil al que no se le acaba la batería en un año...
- ¡Exáctamente!
- Es un misterio, señor vendedor, algo sobrenatural. Verá, es que en el último año no han dejado de llamarme una y otra vez, y como no me dejaban... descansar en paz se me ocurrió contratar la tarjeta. ¿Sabe si Iker Jiménez sigue con el programa ese friki? ¿Podría usted avisarle para que investigue el caso del móvil?

Pero yo soy un profesional, y no dejé que me distrajera.

- Señor Fernández, ¿está usted muerto?
- Así es, hace más de un año, ya se lo he dicho.
- Me parece muy bien, señor Fernández, pero ¿quiere o no quiere la tarjeta Maxi-Oro con Ribete de Platino e Incrustaciones de Diamantes?
- Bueno, es que no creo que vaya a usarla mucho, en mi situación actual.
- ¿Cómo que no, señor Fernández?, ¿no ve usted la tele? Según los telediarios, si Podemos ganara las elecciones se desencadenarían sobre la tierra las siete plagas, morirían cachorros de gatitos, se iniciaría el apocalipsis zombi. Imagine que vuelve usted a la vida, o a la no-vida, ¿quiere parecer un asqueroso tomate podrido con un traje que le queda largo de mangas? Además, la tarjeta es gratuita, excepto cuando tenga que pagar por ella.
- Visto así.
- Señor Fernández cuando vea usted los descuentos que le van a hacer, se va a quedar helado.
- Me muero de ganas de empezar a gastar.

Y esto fue lo que ocurrió, paciente lector, ¿que no te lo crees? Prueba a llamar por teléfono a "Residenciales" de dos a tres de la tarde, verás como sí que es posible.

Quique Castro.
  

lunes, 8 de febrero de 2016

Televenta: los depredadores telefónicos

El habitat natural de los vendedores telefónicos es una jungla a la que hay que saber adaptarse para sobrevivir, una intrincada selva de palabra oportunas y silencios traicioneros en la que unas pocas frases hechas sirven de senderos por los que transitar, y en los que un pequeño detalle puede significar la diferencia entre el éxito o el fracaso, entre comer o ser devorado. En esta selva habitan no pocos depredadores, cada uno con sus técnicas particulares que trataremos de desgranar a continuación.


La serpiente

La serpiente es una cazadora nata, es taimada y peligrosa, y envuelve a sus presas poco a poco y sin que se den cuenta en un abrazo tan letal como alevoso. Así es el el teleoperador-serpiente, simpático, cercano y afable, saca información del cliente sin que este se de cuenta y la usa para engatusarle.  La pitón de los vendedores es elegante y precisa y nunca pierde de vista su verdadero objetivo, que no es caerle bien al cliente, sino vender. Se trata, tal vez, de la reina de los depredadores telefónicos.


El dragón de Komodo

Fuerte, feroz, persistente, insaciable, dotado de unas garras terribles y unos dientes afilados que lo convierten en la pesadilla de sus presas, no importa el tamaño que estas tengan, así es el dragón de Komodo. Cuando hinca los colmillos en su presa, esta puede darse por perdida, ya que las bacterias que segrega su saliva la acabarán envenenando. El veneno va debilitando a la víctima, que además sufre el hostigamiento infatigable de este fabuloso depredador. Así es el teleoperador-dragón, una vez que el cliente descuelga el teléfono y le deja hablar, ya no hay vuelta atrás, el dragón le acosará sin descanso, rebatirá incesantemente, acabará con su paciencia y nunca aceptará un no por respuesta. El dragón es un reptil carente de empatía con un solo propósito: la venta. El cliente acabará ofuscado, debilitado, desesperado y pronto se dará cuenta de que sólo tiene dos opciones: colgar o comprar.


El camaleón

Pasa desapercibido, se adapta a las circunstancias, su aspecto es afable y a veces puede parecer despistado, pero cuando detecta a su presa es rápido y preciso. El teleoperador camaleón puede ser todos y cada uno de los vendedores depredadores: puede ser cordial y seductor como la serpiente, infatigable y pendenciero como el dragón de Komodo, pero también puede ser dócil como el perro. El camaleón puede atacar con la altivez de un ejecutivo agresivo o con la afable cordialidad de un humilde empleado, escucha atentamente a todos sus compañeros, anota las frases que le gustan de unos y otros y las usa según las circunstancias. Si el cliente es de tal sitio, el teleoperador ofidio veraneará allí cada verano, si el cliente tiene un hijo, la serpiente tendrá dos, si se trata de un divorcio, ella se acabará de separar. Pero no debe confundirse esta estrategia de caza con el vil peloteo.


La mantis religiosa

La mantis religiosa es un insecto pequeño que esconde a un depredador temible. Siempre atenta, nunca baja la guardia, tiene un cuello que puede girar 180º para observarlo todo, se camufla bien y no tiene piedad, tanto es así que las hembras pueden llegar a comerse la cabeza del macho con el que acaban de copular. El teleoperador-mantis religiosa se da más entre las mujeres; son melosas, manejan como ningún otro depredador el tono de voz, la palabra "cariño" forma parte de su arsenal de caza y, con la misma frialdad que las hembras de mantis religiosa, son capaces de comerle la cabeza al cliente hasta que este, sin saber cómo ni por qué, accede a todo lo que le pidan.


La planta carnívora

No corre, no salta, no vuela, y sin embargo se trata de un depredador efectivo, aunque algo aburrido de escuchar. Al contrario que el camaleón, el teleoperador-planta carnívora siempre hace lo mismo, se presenta igual y rebate con las mismas frases. Su éxito depende, sencillamente, de esperar con paciencia a que haya un cliente incauto que le aguante por cualquiera que sea el motivo. El éxito del teleoperador-planta carnívora se basa en dos armas: estadística y perseverancia: si repite el suficiente número de veces la misma letanía, de modo indefectible acabará por caer alguna presa.


El perro

El perro es afable, cordial y simpático. También es así el teleoperador-perro, empatiza rápidamente con el cliente, le entiende y sabe caerle bien, rechaza cualquier atisbo de discusión y jamás pierde la sonrisa telefónica. El teleoperador-perro no es un depredador, es una víctima destinada a engrosar las filas formadas por todos aquellos que, al cabo de un mes o dos, dejarán la silla vacía para que la ocupe otro. El lugar natural del perro es la recepción de llamadas, donde será valorado y seguramente le aguarde un largo porvenir.

¿Y tú qué eres, presa o depredador?


Quique Castro.


jueves, 4 de febrero de 2016

ALN: La pequeñez de la hormiga

La hormiga es un ser pequeño que, tomado de uno en uno, resulta insignificante, pero cuya principal ventaja consiste en ser, a la vez, laborioso y organizado. Uno de estos diminutos insectos resulta practicamente invisible, y su capacidad para transportar por sí mismo pesos varias veces superiores al suyo apenas le sirve para acarrear una simple hoja. Aglutinados en colonias, sin embargo, construyen auténticas ciudades subterraneas o espectaculares montículos de varios metros de altura. Los trabajadores de ALN han demostrado que tienen la laboriosidad y la pequeñez de las hormigas, pero carecen de su capacidad de organización.
Recargos bancarios por facturas aplazadas, cortes de luz y agua, dificultades no sólo para llegar a fin de mes, sino también para empezar el siguiente, son sólo algunas de las consecuencias que sufren los trabajadores pertenecientes al grupo ALN en sus delegaciones de Barcelona por no cobrar sus nóminas a tiempo.
El problema empezó en mayo de 2015, cuando ALN adquirió la empresa de telemarketing Connecta junto con sus dos plataformas en el carrer Aragó y el carrer Entenza. A partir de este momento los retrasos a la hora de efectuar el pago de los salarios han sido habituales, por lo que los sindicatos de UGT y CCOO han convocado huelgas de modo regular como medida de presión.
"Las negociaciones son agotadoras y no valen para nada, cada mes salimos con la promesa de que al siguiente cobraremos a tiempo, y al final nunca cumplen con lo pactado; durante años trabajamos para Connecta y jamás tuvimos ningún problema.", comenta una de las sindicalistas.
La crisis se vio agravada los días 12 y 13 de diciembre, cuando al problema de las nóminas se le añadió el de un corte de agua que dejó los lavabos inutilizados durante dos días. Al principio se les dijo a los trabajadores que se trataba de una avería, pero el resto de las oficinas del edificio tenían agua, así que estaba claro que no era por eso. Más tarde se hizo patente que el corte de suministro había sido debido al impago de varias facturas. "Nos quieren tomar por idiotas, eso es lo único que ocurre", aseguraba alguna de las teleoperadoras entre enfadada y resignada.
Tal vez por eso, para aclarar lo que estaba sucediendo y dar su punto de vista, el pasado día 14 de enero se presentó en la plataforma de Entenza el propio Alejandro Casas, director general de la compañía. Como él mismo reconoció se trataba de la primera vez que aparecía por la oficina desde que el grupo ALN adquiriera Connecta, hace ya ocho meses, por lo que muchos de los trabajadores al principio no sabían de quién se trataba.
Con un ligero temblor en la voz y visiblemente afectado pidió disculpas por la situación, y aseguró que a partir de ese momento todas las nóminas se pagarían a tiempo. "La firma del inversor que ha de inyectar músculo económico ya casi está sobre el papel, y una huelga más podría echarle atrás y no haría más que crear problemas. Todos somos compañeros, unos en un puesto y otros en otro, pero todos queremos que el barco siga a flote", concluyó el director general.
"Por tu culpa mis hijos no tuvieron reyes", le recriminó una de las teloleoperadoras, mientras que otra le preguntó si iba a ir a su casa a dar de comer a sus hijos. Alejandro Casas escuchó a todos y reconoció su culpa, y dijo que precisamente por eso había acudido allí ese día, para dar la cara, si bien al cabo de la reunión la impresión general era que sólo se había presentado para evitar los dos días de huelga previstos.
"Si el día cinco no se han ingresado las nominas, yo mismo haré huelga", aseguró uno de los jefes de la plataforma, "pero hacer una huelga en un momento tan delicado podría poner en peligro la empresa y los puestos de trabajo de todos los trabajadores, independientemente de su puesto".
Esta no es una crónica periodística, es una opinión personal, y en la opinión del que suscribe los trabajadores de ALN no han estado a la altura de las circunstancias. No, yo no quiero que cierre la compañía, ni quiero perder mi puesto de trabajo ni que lo pierda uno solo de los trabajadores de la empresa, independientemente de su cargo. Estoy contento con mis compañeras y compañeros, el horario es inmejorable para el máster que estoy cursando y que me ha costado una pasta, y no tengo las más mínimas ganas de ponerme a buscar otro trabajo de similares características en el que además no sea requisito indispensable hablar catalán. No, yo no quería hacer huelga, y menos por el motivo que se hacía, ya que por mi condición personal me trae sin cuidado cobrar el 5, el 10, o el 15.
Pero entiendo que formo parte de una comunidad, porque una empresa o una plataforma telefónica no deja de ser una comunidad, entiendo que los problemas que tiene cualquier compañera mañana pueden ser los míos, entiendo que sólo desde la solidaridad y la organización nos hacemos fuertes, y entiendo que cuando doy una palabra, no la retiro. Dije que apoyaría la huelga, y así lo he hecho.
El pasado 14 de diciembre, cuando nos visito Alejandro Casas, apenas hubo voces discordantes con respecto a la convocatoria de la huelga. Incluso algunos compañeros afirmaban que "ellos podían encontrar trabajo al día siguiente, mientras que el verdadero problema lo tenían los jefes". Mi pregunta es, si tan fácil os resulta encontrar trabajo, y tan graves repercusiones os acarrea no cobrar a tiempo, cosa que entiendo y con la que me solidarizo sinceramente, ¿por qué no os vais ya?, ¿por qué no estáis mañana mismo trabajando en cualquier otra empresa?
Yo estoy a gusto en la que estoy, como ya he dicho me siento bien con los compañeros y me gusta el horario, y además he comisionado en cuatro de los cinco meses que llevo trabajando aquí, lo digo porque así es, y porque básicamente ya no me importa lo que penséis. Ni me molesto en mencionar a todos aquellos que han corrido a buscar una baja médica y que no han tenido los redaños ni para hacer la huelga ni para presentarse a trabajar con objeto de contentar a unos y otros.
Los trabajadores de ALN han demostrado que se puede hacer con ellos lo que sea, por ello, por lo que a mí respecta, acaba aquí cualquier movimiento solidario sea cualquiera la reivindicación por la que se luche. He perdido mi dinero, he perdido una jornada laboral y me he mojado por algo que, dicho sea con franqueza y en castellano antiguo "me la suda", y lo único que he logrado es sentirme estúpido.
Respeto la decisión de todos y cada uno de los compañeros, pero hasta aquí hemos llegado, la próxima vez que pongáis la voz en grito, que os indignéis, que saquéis a relucir a vuestros hijos para reclamar cualquier reivindicación, el que suscribe os mirará con lástima, agarrará su chaqueta y se irá a hacer otras cosas.
Con respecto a ALN, esta claro que esta compañía tiene un problema de liquidez que, según su director general, ya estaba resuelto, pero a la vista de los hechos también tiene otro problema, que es la comunicación interna. La información no fluye por los canales adecuados desde los níveles superiores del organigrama jerárquico hasta la base que conforma el grueso de la plantilla. La consecuencia de este problema comunicativo es la proliferación de rumores, a veces acertados y otras erróneos, que influyen de modo negativo en el estado anímico de los trabajadores.
Además de solucionar sus dificultades económicas sería conveniente que ALN implementara medidas que favorecieran el flujo informativo. Si es cierto que todo el equipo humano que conforma la plantilla "esta en el mismo barco", como dice su director general, la información debería transmitirse adecuadamente desde la cima hasta la base, de otro modo los trabajadores no se sentirán parte del proyecto o, lo que es peor, podrían llegar a sentirse engañados.
Del mismo modo, la ejecutiva debería atender a las posibles reclamaciones, quejas o proposiciones que hagan sus empleados, lo que serviría para conocer mejor la propia empresa y, por qué no, mejorarla. Buzones de sugerencias, reuniones periódicas con representantes de los trabajadores o la creación de una revista son sólo algunas de las medidas que podrían proponerse en un plan de relaciones públicas internas que, de modo urgente, les hace falta.

Quique Castro.