Hay una guerra de sustancias estupefacientes en
Poblenou, se trata de una guerra desconocida, pero real, y este título no es
ninguna exageración.
Por un lado, en las calles, se permite el botellón
ante la pasividad política y policial, por el otro, en los hogares, los vecinos
se narcotizan con lorazepan, diazepam, etc, para tratar de conciliar el
sueño.
Esta guerra tiene lugar de miércoles a sábado noche en
el llamado “triángulo golfo”, una zona que la policía prefiere llamar
“triángulo lúdico”, imagino que para ver si cambiándole el nombre hay menos
comas etílicos de adolescentes (que alguien les diga que la cosa no va
así).
Ante la presión de la plataforma vecinal SOS Triángulo
Golfo la Guardia Urbana ha intensificado sus rondas, pero los vecinos
sospechamos que sin bajarse del coche las rondas no van a servir de mucho. Las
fuerzas del orden, sin embargo, afirman que multan más, y como no las queremos
poner en duda, suponemos que no consiguen nada porque tal vez 15 euros (por
pago anticipado) no sean un castigo suficientemente disuasorio, sobre todo
cuando las ordenanzas contemplan sanciones mayores.
A la triste fiesta de Poblenou se suman los siguientes
actores:
1. Los camellos que rondan las calles en coches
alquilados para hacer caja.
2. Los políticos ineptos que organizan asambleas,
juntas, mesas redondas y todo tipo de reuniones con las que justificar sus
sueldos mientras no resuelven nada.
3. Los bares que ofrecen chupitos a 1 euro. Sí, a 1
euro, han leído bien.
4. Los badulaques que venden alcohol a menores pasada
la medianoche.
5. Los bafles, muchos bafles, porque siempre hay un
tonto con uno.
6. Inmobiliarias que alquilan pisos en la zona sin
advertir a los inquilinos que están adquiriendo un pasaporte para el infierno,
(¿cómo es posible que esta práctica sea legal?).
Y todo esto ocurre en medio del tan cacareado 22@.
Mientras a los políticos se les llena la boca hablando del Poblenou como núcleo
cultural y de innovación, mantienen licencias de hostelería a baretos que
sirven chupitos a 1 euro en medio de calles con edificios levantados a finales
del siglo XIX, construidos sin ningún tipo de acondicionamiento acústico para
soportar semejante presión sonora. Y todo porque algún político inepto, (quién
sabe por qué oscuro motivo) decidió en algún momento que se mantendrían unas
licencias para unos locales que deberían trasladados de modo urgente.
Existe una guerra en Poblenou, y ya se está cobrando
sus primeras víctimas: médicos que van a servicios de urgencias sin dormir,
niños que se despiertan en mitad de la noche, ancianos enfermos, trabajadores
hipernarcotizados y, sobre todo, un éxodo silencioso de vecinos obligados a
abandonar sus hogares.
Pero no se preocupen, que pronto habrá otra asamblea.
Quique Castro.