El pasado día 19 de marzo, invitado por el Periódico de
Cataluña, tuve el honor de participar en un encuentro entre el president de la
Generalitat, Artur Mas, y diez lectores de este diario, entre los cuales me contaba. Disfruté, pero me quedé
a medias. Me quedé, sobre todo, con ganas de preguntarle a qué se refiere
cuando habla de esa libertad que dice coartada por el “estado español”. Porque
la palabra “libertad” es muy grande, tanto que, dicho así, es como no decir nada.
Entiendo que se hable de la libertad de expresión como un
derecho fundamental que sirve para que los ciudadanos puedan manifestarse sin
que la policía les reviente los lomos y las espinillas a golpes.
Entiendo que se hable de la libertad para informarse e informar,
con una TV3 de la que el mismísimo “The Wall Street Journal” califica su
“excesivo sesgo separatista”, o sobre la que el CAC (Consell de l’audiovisual
de Catalunya) ha publicado un informe que delata la “excesiva politización de
la televisión y la radio pública catalana”.
Entiendo que se hable del derecho a una sanidad para todos
cuando en un hospital de Calella los enfermos tenían que llevarse las mantas de
casa, mientras que en sus libros de cuentas figuraban 6 millones de
euros en gastos varios sin especificar y, lo que es peor, sin querer ser especificados,
o cuando las hábiles negociaciones del señor Ramón Bagó, impulsor del consorcio
hospitalario de Cataluña, pero también uno de sus máximos proveedores, le
servían para contratarse a sí mismo por valor también de varios millones. Con
respecto a esto último, se realizó la correspondiente investigación
parlamentaria, se defendió el president, duró tres meses y por ella pasaron
decenas de testigos, y la conclusión fue que no había escándalo alguno, aunque
muchos desearan que lo hubiera. Tal vez, señor Mas, si su partido y el PSC no
hubieran vetado la participación de ochenta ex altos cargos de la sanidad
catalana, he dicho ochenta, el resultado no hubiera sido el mismo.
También entendería que se hablara de libertad en el contexto
del trabajo como uno de los derechos fundamentales, pero resulta que si echamos
un vistazo a la EPA (Encuesta de Población Activa), la tasa de paro no hace más
que subir desde el año 2007 (6,63%), hasta el escalofriante año 2012 (23,94%),
y cuando por fin baja en el 2013 (22,26%), resulta que nos enteramos que la
temporalidad ha subido un 18% y la parcialidad un 12%. ¿Es este el modelo que
queremos? Algunos sí, y otros, simplemente, le siguen al olor de la zanahoria
de la independencia, ah, y de la libertad.
O, tal vez, cuando habla de esa libertad se refiere a la
educación, ¿qué otro instrumento mejor para dotar a la ciudadanía de los
instrumentos necesarios para formar parte activa de la realidad democrática? Y
sin embargo tengo mis dudas, teniendo en cuenta que los “necesarios recortes”
que, según nos cuenta, no han ido en detrimento del servicio al ciudadano,
tuvieron como resultas que el curso 2012 empezara con 3.000 maestros menos y
30.000 alumnos más. Pero no pasa nada, nos dice el president, la tasa de
abandono escolar ha bajado. Y es que otra cosa no, pero Artur Mas es un orador
elocuente, elocuente e infatigable, y uno le escucha hipnotizado, y asiente, y,
de repente, recuerda que no, que en el año 2013 todas las comunidades autónomas
experimentaron una reducción del abandono escolar, todas menos una, Cataluña,
que pasó de un 24% de abandono a un 24,4%.
Al final mi pregunta fue dirigida a saber qué pensaba sobre
una posible declaración unilateral de independencia, y no puedo estar más
contento porque su respuesta dio el titular del domingo y causó un gran revuelo
político y mediático. Pero me quedé sin saber a qué se refiere el president
cuando habla de libertad. No dudo que, con su flamante oratoria, me lo hubiera
explicado debidamente, y dudo menos aún de que, dijera lo que dijese, muchos habrían asentido.
Quique Castro.