martes, 9 de agosto de 2011

"La democracia ha muerto", un artículo de PAUL KINGSNORTH

Benjamin Franklin es un icono americano, uno de los "Padres Fundadores" de los Estados Unidos. Era un hombre de muchos talentos: inventor, diplomático, viajero, magnate de los medios, estadista. También fue uno de creadores de la Constitución de los Estados Unidos en 1787, algo que, en aquel momento, fue considerado como un radical salto adelante en el concepto de "democracia" como sistema de gobierno. Todos los políticos estadounidenses y la mayoría de los estadounidenses en general, todavía le dirán que es la base de la mejor democracia del mundo.

Así, puede resultar sorprendente enterarse de que Franklin tenía una visión más realista del documento que ayudó a crear. Era una mera creación temporal, pensaba, que probablemente serviría por un tiempo a la nueva nación, pero desde luego no para siempre. Sus últimas palabras antes de que la Constitución fuera firmada en 1787 nunca son citadas por los políticos estadounidenses de hoy, y por buenas razones.
"Estoy de acuerdo con esta Constitución", dijo, "con todos sus defectos, si son tales; creo que un “Gobierno General” es necesario para nosotros... [...] creo que probablemente esté bien administrada en el transcurso de unos años, pero puede terminar en despotismo, igual que otras formas de gobierno ideadas antes. A veces, las personas se vuelven tan corruptas que necesitan un Gobierno Despótico, incapaces de asumir cualquier otro. "
Hoy día incluso los críticos más feroces con la presidencia de Bush tendrían problemas para sostener que los EE.UU. son (por ahora) un despotismo. Pero puede que hiciéramos bien, sin embargo, en tomar en serio la advertencia de Franklin, ya que, por otro lado, también es difícil afirmar que los EE.UU. sean una democracia real. De hecho, sería difícil pedirle eso a cualquier sistema de gobierno en cualquier parte del mundo.
La "Democracia" es la última gran Vaca Sagrada. Incluso en las dictaduras (República Popular Democrática de Corea del Norte) su nombre es tomado en vano. De Washington a Moscú, de Davos a Porto Alegre, la democracia es el único sistema que es promovido. La razón es obvia: la democracia puede no ser perfecta, pero es, en las muy citadas palabras de Winston Churchill, "la peor forma de gobierno, exceptuando todas las demás”. Puede que no sea una panacea, pero al menos deja que sea el pueblo el que decida.
Sólo que cada vez lo hace menos. El mundo se encuentra en una situación extraña. Hay más "democracias" en la tierra de las que ha habido nunca; las personas pueden elegir o rechazar a sus gobiernos mucho más que en cualquier otro momento de la historia. Y, sin embargo, nunca hubo tampoco tantas personas desilusionadas. En la mayoría de las democracias occidentales el número de personas que acuden a votar está en el punto más bajo de todos los tiempos, y cayendo. En las nuevas democracias, las cosas rara vez son mucho mejores.
A finales de 2002 el Foro Económico Mundial publicó los resultados de una de las mayores encuestas de opinión a nivel mundial que se hayan realizado. Esta encuesta tomó en cuenta la opinión de 36.000 personas de 47 países, que el propio Foro dijo que podrían ser extrapoladas. Dos tercios de los encuestados -la mayoría de los cuales vivían en estas democracias- no creían que su país estuviera "gobernado por la voluntad del pueblo". La democracia, en otras palabras, puede que se esté estar propagando más rápido y más lejos que nunca, pero la gente no parece creérselo.
Hay una razón para ello. Es una razón muy sencilla, pero no reparamos en ella tan a menudo como debiéramos. El mercado libre global y los sistemas democráticos no son, como se nos dice por todos lados, complementarios: son antagónicos. Puedes tener uno, pero, al parecer, no puedes tener al otro. La propagación del libre mercado no favorece la propagación de una política libre. Todo lo contrario: el libre mercado se merienda a la democracia.
Las razones de esto han sido bien estudiadas. Por decirlo de un modo crudo, cuanto más globalizada es la economía, menos control tienen los gobiernos locales sobre sus propias economías. La liberalización de las leyes bancarias y de inversión ha supuesto que accionistas lejanos y corredores de bolsa puedan destruir economías enteras en horas si perciben una amenaza a su "estabilidad" -una amenaza, en otras palabras, a la capacidad de hacer dinero rápido dentro de los límites de una nación-. Al mismo tiempo, la liberalización del comercio a través del GATT (Acuerdo General sobre Comercio y Aranceles) y la OMC (Organización Mundial del Comercio), junto con las recetas neoliberales del Banco Mundial y del FMI (Fondo Monetario Internacional) han acorralado a los países pobres, han reforzado y ampliado las corporaciones transnacionales y han debilitado los gobiernos hasta el punto de que las políticas económicas nacionales ya no pueden ser decididas por los funcionarios electos y deben favorecer los intereses de los grandes conglomerados corporativos.
Los resultados de este proceso no son difíciles de detectar. Sólo hay que sentarse en un autobús o visitar un bar de alguna de las muchas naciones del mundo para escuchar las mismas quejas hacia los políticos. Que si no escuchan. Que si no nos entienden. Que nada cambia jamás. Que si votar no sirve para nada. Siempre es lo mismo. Algunas de estas quejas probablemente hayan sido dirigidas a la elite política desde los albores del tiempo, pero hoy vuelven a estar de relieve. La veracidad de cómo el poder del mercado se ha comido al poder del pueblo se demuestra en cómo los políticos y la política misma han cambiado. En casi todas las democracias de la Tierra, “derecha” e “izquierda” se han convertido en términos casi sin sentido. Quienquiera que votes, tendrá que mantener felices a los mercados o ver su economía aplastada. Sea lo que sea que votes, recibirás neoliberalismo.
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El periodista estadounidense Thomas Friedman lo ha bautizado como la famosa "camisa dorada de fuerza ", un proceso por el cual la economía mundial "restringe las opciones de política y economía a parámetros relativamente estrechos... Una vez que tu país se pone la “camisa dorada de fuerza”, tus opciones políticas se verán reducidas a Pepsi o Coca-Cola, ligeros matices de sabor, ligeros matices de la política ".
Mucha gente se pregunta por la optimista visión de Friedman acerca de cuan "dorada" es la camisa de fuerza del mercado mundial. Pero el efecto de la Pepsi versus Coca-Cola es fácil de ver. Volviendo un momento a los EE.UU., acerca de las similitudes de los dos principales partidos hay mucho comentado al respecto. No hay, en las próximas elecciones presidenciales, la diferencia suficiente entre las candidaturas de Kerry y Bush para que valga la pena votar. Nadie imagina que la presidencia de Kerry sea una simple continuación de la de Bush, pero en el panorama económico no habrá ningún cambio.
Es en el Mundo Mayoritario donde puede verse el impacto que tendría la lenta muerte de la democracia. Tomemos, por ejemplo, el caso de Brasil. El Partido de los Trabajadores (PT) llegó al gobierno en 2002 liderado por el primer presidente surgido de la clase obrera de Brasil, "Lula" Silva, en una ola de resentimiento contra las políticas neoliberales de los gobiernos anteriores. Al cabo de un año, Lula se había inclinado ante el neoliberalismo. La aceptación de un préstamo del FMI y sus condiciones tuvieron como consecuencia la reducción de las prestaciones de los empleados estatales y las consiguientes críticas dentro del mismo PT. Las ciudades de Brasil se están llenando de carísimas multinacionales extranjeras, mientras que sus chabolas siguen en pie y la brecha entre ricos y pobres continúa ensanchándose.
Unos pocos sugieren que el Gobierno de Lula no ha hecho ninguna mejora en el país, y menos aún sugieren que Lula y su partido no tengan las mejores intenciones. Pero la buena fe no es la cuestión. María Victoria Benevides, académica de la Universidad de São Paulo que ayudó a la elaboración del programa de gobierno del PT, lo resumió cuando le explicó a un periodista por qué el gobierno del PT parecía paralizado. "La misión con la que se han encontrado ha sido mucho más difícil de lo que esperaban", dijo. Sus buenas intenciones fueron expuestas al tsunami de los mercados, y muchas no sobrevivieron al diluvio.
Una situación similar ha tenido lugar en Sudáfrica, como descubrí por mí mismo cuando visité el país en 2001. El ANC -otro gran gobierno de liberación recibido con alegría por el pueblo- también ha dejado a su país enormemente dividido por la máquina neoliberal. Dos años después de su llegada al poder en 1994, adoptó un programa económico parcialmente elaborado por el Banco Mundial. Esto se tradujo en un aumento del desempleo, una creciente brecha entre ricos y pobres y, lo que más controversia suscitó, una serie de cortes masivos de electricidad y agua en algunas de las comunidades más pobres del país, como consecuencia de la privatización de los servicios públicos que, sencillamente, la población no podía permitirse el lujo de pagar.
¿Por qué hizo esto el ANC? Una vez más, sus manos fueron, en gran medida, atadas. Michael Sachs, cabeza de partido en política e investigación, me admitió en una sincera entrevista en su oficina hace dos años que "el enfoque que tomamos”, me dijo, “fue decidir cómo nos relacionaríamos con la globalización. Podíamos hacerlo de un modo poco realista, dictado por lo que probablemente son los buenos principios, pero que no reconocen la realidad de un mundo unipolar con la fuerza del capital financiero que existe por ahí... y había que tomar eso en consideración".
Así, el problema es grande y parecido en todo el mundo: el mercado está socavando la democracia. Lo sabemos, y sabemos, también, el resultado: el final de una verdadera opción política. Y, sin embargo, pocas personas parecen haber llegado a la conclusión obvia: O se va la democracia, o se van los mercados. Los dos, al menos en la actualidad, no pueden coexistir.
Entonces, ¿qué se puede hacer? Hay un montón de sugerencias por ahí, pero ninguna de ellas resulta convincente. Probablemente tampoco deberíamos esperar que lo fueran; después de todo, resulta un problema de fundamento y estructura. No es irresoluble, pero se requiere visión. Si no podemos hacer retroceder el avance del mercado global –y esto se antoja cada vez más improbable-, entonces tendremos que hacer algo más: vamos a tener que reinventar la democracia, llevarla a su próxima fase.
Tendremos que seguir adelante, en otras palabras, a partir de la suposición de que "democracia" significa votar por uno de los dos grupos neoliberales cada cuatro años, y luego dejarlos seguir dirigiendo el país. Vamos a tener que empezar a devolver el poder a un nivel local, por un lado, y tratar de frenar los mercados y los flujos financieros de nivel mundial por el otro. Nadie cree que vaya a ser fácil.
Lo que parece claro, sin embargo, es que para que esto suceda primero tenemos que plantar cara a los hechos. Tenemos que ver el problema en la fría luz del día y decir en voz alta lo que, en el fondo, ya sabemos, de ser el caso: La democracia, tal como la conocemos, está muerta. Fue asesinada por el mercado, y no hay modo de traerla de vuelta, al menos en la forma en que la conocíamos. Tenemos que aceptar esta realidad y seguir adelante, en lo que se espera pueda convertirse en una nueva fase con el verdadero poder del pueblo y con el mercado como su siervo, no como su amo.
Paul Kingsnorth es el autor de “Un no, muchos sies: un viaje al corazón del movimiento de resistencia global”, publicado por “Free Press”.
http://www.paulkingsnorth.net
Un artículo de Paul Kingsnorht. Traducción Quique Castro.

2 comentarios:

  1. Es lo que tienen las vacaciones... Os invito a que echéis in vistazo a este artículo de Paul Kingsnorth. No he sido capaz de encontrarlo traducido, así que he tenido el placer de "pergeñar" yo mismo una traducción, ayudado, eso sí, por Google Traductor. Tal vez carezca de la calidad requerida, pero al menos espero que os sirva para acercaros a las ideas en él expuestas.

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  2. No solo ha muerto. La hemos asesinado permitiendo una y miles de cosas. El Mercado; el Todo Vale; el Tira esto y Cómprate esto otro y vuelve a tirarlo; La sobreproducción de millones de boberías que no sirven para nada; El espejismo de cuanto más tengo más feliz me siento; el Compro y Compro y Compro porque Lo Necesito; En fin... Confío en que ocurra algo verdaderamente grande y que muchos de lo que están dormidos (poco saben de la cicuta del Maestro) se despierten de verdad.

    UROG de Holguín

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