Sí. Es cierto. Los ciudadanos odian a los políticos. No a
todos, por supuesto, pero yo sí creo en esta corriente de odio que se expande
como una mancha de humedad a través de
las redes sociales.
El odio es un sentimiento dañino que envenena sobre todo al
que lo siente, pero es también un sentimiento muy humano; sería absurdo
negarlo, y merece la pena conocerlo para combatirlo.
Al Partido Popular lo apoya un electorado fiel con una gran
capacidad de movilización electoral, sin embargo, los porcentajes cada vez más
bajos de participación democrática radiografían una sociedad con un desapego
político cada vez mayor. Ellos se aferran a su mayoría absoluta, conquistada
gracias a las falsedades pregonadas sin pudor en la campaña de las pasadas
generales, pero no es cierto que una mayoría absoluta de españoles les apoyen,
de hecho, una gran parte de la ciudadanía lo único que siente es un odio triste
y desesperado.
Los políticos se parapetan tras los muros de una democracia
ambigua a la que han prostituido y desacralizado, y ofuscados por los vapores
del poder se muestran ciegos al odio que han generado en una nación a la que
han sacrificado en pos de los intereses de una troika que gobierna sólo para su
élite.
La realidad, Sr. Rajoy, es que una gran mayoría de españoles
estamos convencidos de que es usted un embustero capaz de mentir sin pudor, la
realidad es que estamos seguros de que su partido político se financió
ilegalmente y opera como una organización criminal, la realidad es que, por
desgracia, las alternativas se ahogan en la nada o acaban sometidas a los
mismos poderes oscuros.
¿Cuál es el problema para ustedes? Que antes no existían las
redes sociales. Vivían cómodos. El odio que sienten los ciudadanos grita su
rabia a través de ellas, y tal vez ustedes, los políticos, deberían dar gracias
a la existencia de esta espita por la que se escapa el odio, mezquino a veces,
fútil siempre, y se pierde poco a poco.
Quique Castro.
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