
Sabemos quién dilapidó Grecia, Nueva Democracia y el Pasok, sabemos que el bipartidismo griego maquilló sus cuentas, sabemos que pidieron dos rescates y sabemos también que los mismos que saquearon el país heleno, igual que en España, están convencidos de ser ellos los únicos que pueden sacarlo de la miseria en que lo han dejado. Los mercados y el FMI, por supuesto, están de su lado, e incluso proponen sus propias recetas, que pasan por convertir a Grecia en un país invadido de facto, un país esclavo que se dedique ad aeternam a pagar sus deudas establecidas en condiciones de usura.
Grecia podía haber hecho como España, agachar la cabeza y alegrarse porque los mercados encuentren alentador que se pueda despedir casi gratis a un trabajador, felices todos de que a las empresas les salga mucho más rentable tener a dos obreros cobrando diez horas a la semana y trabajando cuarenta. Ingenuos aquellos que crean que los índices macro acabarán llegando a la microeconomía: las grandes empresas se harán más grandes y tendrán más poder, pero el pringado de a pie tendrá que apañarse con su bocata de mortadela en el metro, camino a su segundo trabajo de miseria, mientras lee en el periódico que seguimos creciendo.
Esa es la diferencia entre Grecia y España, Grecia ha decidido plantar cara a un sistema ideado para que los mercados se adueñen del país y mantengan esclavizados a los trabajadores con sueldos de miseria, pensiones ridículas y servicios públicos esquilmados. En España hemos decidido ser sumisos, y creer que salimos de la crisis porque las empresas del Ibex 35 ganan cada vez más mientras que a los ciudadanos nos siguen recortando servicios.
Y si seguimos esta deriva un día nos quedaremos sin sanidad pública, y en las universidades pasaremos del 4+1 al 3+2, y después al 2+3, hasta acabar por privatizar los cinco años, y también nos dirán, ya nos lo avisó el gobernador del Banco de España hace unos días, que no habrá dinero para las pensiones, y el que quiera cobrar algo cuando sea viejo tendrá que emplear parte de su ridículo sueldo en pagarse un seguro privado, cuyo tenedor será la misma compañía que hizo consejero al ministro de turno que decidió usarlas para pagar parte una deuda impagable a los mercados.
Mientras tanto el bocachanclismo patrio seguirá corriendo como un perrillo detrás del palo de las cuentas de twitter de este o de aquel, o de Venezuela, o de ETA, cuyo espantajo siguen agitando para infundir miedo, o de la última tontada con la que puedan llenarse de espumarajos la boca.
Quique Castro.