Parece ser que existe cierta
desigualdad entre los equipos de fútbol españoles que preocupa a algunos
aficionados, sobre todo a los hinchas de los equipos más modestos y con menos
presupuesto. Algunos de estos aficionados se llevan las manos a la cabeza ante
las ventajas fiscales de que gozan algunos clubes, y con razón, y se saben al
dedillo los tejemanejes jurídicos en que andan metidos unos y otros para solventar
sus deudas.
Todo esto aumenta la brecha que
existe entre los grandes y los pequeños, aseguran, con lo que los grandes son
cada vez más grandes y los pequeños lo son cada vez más. Esto no puede ser, ¡es
injusto!, claman indignados, convencidos de que estas prácticas van en
perjuicio del fútbol en general.
A estos equipos grandes se les
permite endeudarse sin límite (tanto es así que desde Bruselas han llamado la
atención sobre el asunto), de modo que, si quieren un buen jugador salido de la
cantera de un club pequeño, no tienen más que poner un cheque encima de la mesa,
y llevárselo, mientras que los clubes más humildes están tan ahogados que han
de vender a precio de saldo la joya que ha salido de sus yermos campos de
grava.
¿Esto está bien? ¡Claro que no!,
te responderán. Haría falta un sistema más equitativo, un reparto más justo. Sin
embargo si les preguntas a los equipos grandes te dirán que así son las reglas
del juego, que ellos no hacen nada ilegal, y es más, te dirán que para ellos el
mundo del fútbol no sale perdiendo, porque el mundo del fútbol son ellos.
La verdad es que a mí el fútbol
no me importa demasiado, me gusta verlo, me alegra que gane el Depor y sigo las
grandes citas, a ser posible con mis amigos y tomando unas cervezas, pero sólo
quería poner este ejemplo para hablar de las desigualdades a que da origen el sistema
económico en que estamos inmersos.
Conozco gente a la que le encanta el fútbol, que reconoce los problemas a los que aludía anteriormente y
que además es consciente de las injusticias sociales del sistema, en nuestro
propio país desde hace unos pocos años, y en el mundo entero desde hace muchos
más.
Pero también conozco otro tipo de gente a la
que este sistema capitalista le parece el más justo, y que afirma que el dinero
se regula solo, y que considera un gaje de la oferta y la demanda que un país
rico compre café casi regalado, o que tenga un superávit de trigo tan grande
que pueda venderlo por debajo del precio de producción de otros países pobres,
con lo que acaban con el comercio de este país, y además con su modo de subsistencia.
Porque el problema es cuando te toca vivir en un país de segunda división, o de tercera, entonces tal vez el sistema no te parece el más justo, y empiezas a ver que los
ricos son cada vez más ricos, y los pobres cada vez lo son más, y exclamas
indignado ¡es injusto!
Pero ellos te dirán que así son
las reglas del juego, que esos países no hacen nada ilegal, y que además el
mundo no sale perdiendo, porque el mundo “es” esos países, tanto es así, que te
los pondrán como ejemplos de convivencia y democracia donde no les importaría
vivir.
Pero eso sí, no les toques la
cantera.
Quique Castro.
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