martes, 19 de mayo de 2015

Mad Max: sopor en la carretera.


Un truño de estas dimensiones no lo fabrica ni KIng Kong. ¿A quién no le gusta de vez en cuando una buena peli de acción que le haga fluir un poco de adrenalina y le sirva para olvidar la rutina diaria? A mí sí, desde luego, pero no es eso lo que encontré en Mad Max: Furia en la carretera.

Mala de principio a fin, aburrida, soporífera. No va a ninguna parte, se queda en un quiero y no puedo de funanbulismo fílmico, quiere ser "El circo del sol" de las pelis de coches y no llega ni al malabarista de tres naranjas. Por supuesto no vamos a hablar de actuaciones en una farsa como esta, en la que Charlize Theron se limita a poner mirada intensa con los ojos pintados de negro y Tom Hardy... Bueno, todavía no sé lo que hace Tom Hardy por ahí en medio, pero tiene una voz muy chula.

¿Y el malo? Vaya... Vaya... ¿No podías haberte quedado como el "cortadedos"?. No es de extrañar que se tape la cara, porque prestarse a una birria como esta es llegar muy bajo. Tal vez uno de los peores malos de la historia del cine, un malo que no hace nada, que no da miedo, que no trama... sólo se monta en un cacharro diseñado para flipar a la audiencia adolescente y conduce, nada más, hasta llegar a un punto de la película en que muere del modo más aburrido. El esperado cara a cara con el protagonista es casi testimonial, no hay una relación que nos haga odiarle, nada... sólo puedes envidiarle por tener buen gusto con las chicas, esas top model que aparecen en medio del desierto regándose en la escena más descacharrante de la peli, y ya es decir mucho.

La película se hace eterna, inacabable, y cuando uno se da cuenta de que esto es lo que hay, que no va a mejorar, simplemente mira el reloj una y otra vez, recordando aquellas tardes soporíferas de primavera cuando la profesora de matemáticas daba su lección. Al final parece que el director se apiada del espectador, o que el mismo se da cuenta de que no está contando nada, y que todo esto no es más que un mal chiste, una excusa para sacarte la pasta, y lo remata todo de un modo absurdo y precipitado, igual que la muerte del malo. Da la impresión de que el malo y la peli, simplemente, son desenchufados.

En definitiva, una basura que insulta la película de 1979 protagonizada por Mel Gibson, la parodia de una parodia. Si tenéis que elegir entre ver esta inmundicia o ver al señor que toca la trompeta mientras una cabra se sube al taburete y su mujer vende "malacatones", no lo dudéis. Los melocotones, al menos, son sanos.

Quique Castro.

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