domingo, 21 de octubre de 2012

"La mujer de negro", de James Watkins.


“La mujer de negro" es una elegante peli de casas encantadas a la antigua usanza con la que la clásica productora de terror británica Hammer pretende volver del más allá. Su mecanismo de funcionamiento está basado en unos cuantos sustos de manual y, sobre todo, en una atmósfera bien lograda a la que contribuyen un diseño de producción impecable y una fotografía subyugante que va envolviendo al prota y al propio espectador. El problema es que ya nos hemos metido en un sinfín de casas por el estilo, y eso diluye un poco el canguelo.

Incurre en un fallo habitual a mi modo de ver en el cine actual, que es la falta de verosimilitud en el guión, y es que cualquiera que tuviera que pasar una tarde en un arruinado caserón abandonado, construido en un islote y unido al pueblo por una sola carretera que desaparece en cuanto sube la marea, saldría cagando leches en cuanto viera la negra sombra de una mujer entre las tumbas, o la clásica y chirriante mecedora que se mueve sola y cesa en cuanto te acercas a ella, por no hablar de los aterradores monos con platillos que funcionan solos, muñecas de porcelana y payasos de juguete que se mueven al son de siniestras melodías. Así es, la peli parece un catálogo de tópicos del género, incluyendo la historia con niño muerto, que ya está más que sobada. Sin embargo, uno puede dejarse llevar e incluso llegar a sentir un poco de miedo.

Daniel Radcliffe está muy bien, el problema podrían tenerlo los admiradores de Harry Potter, que a lo mejor esperan que en cualquier momento saque la varita mágica para deshacer el entuerto, un problema que yo no he tenido porque las pelis del mago me resultan indigeribles y nunca he podido acabar ninguna. También aparece Ciarán Hinds (el Julio Cesar de la serie "Roma"), un actor de carácter que hace lo que puede para que su personaje sea creíble, algo que resulta bastante difícil a medida que avanza la trama y nos vamos enterando de la historia. Especialmente delirante resulta la escena en que ambos rescatan el cadáver del niño, que no tienen el más mínimo problema en recuperar a pesar de que el cuerpo llevara años desaparecido.

Las escenas del pueblo y los lugareños resultan bastante convincentes, pero el director James Watkins prefiere centrarse en la mansión para jugar con el espectador e ir desperdigando sus trucos como si se tratara del viaje al interior de una de esas casas del terror que hay en las ferias. Y desde luego que, en algunos momentos, llega a conseguirlo.

La gran cagada de la peli está en los últimos veinte minutos, cuando practican en la mansión una especie de conjuro, remedo ridículo de "El orfanato", y, sobre todo, en un final precipitado que resulta decepcionante.

Para ver con resaca en una tarde tonta de domingo.

Por Quique Castro (porque me aburría y no se me ocurrió mejor cosa que hacer que escribir esto, que ya me vale).

martes, 9 de octubre de 2012

¿What if... el PSOE hubiera ganado las elecciones?



Cuando era pequeño salió una serie de tebeos Marvel titulada “What if”, que en inglés significa algo así como “¿Y si…? En esta serie se planteaban historias alternativas al universo Marvel que nunca habían tenido lugar y se especulaba con su desarrollo sobre los personajes, como por poner un ejemplo “¿y si Namor se hubiera unido a los 4 fantásticos?”, o “¿y si los Vengadores Cósmicos hubieran luchado contra los Guardianes de la Galaxia”?, (no es broma).

Estos ejercicios imaginativos, en el caso del universo Marvel, resultan cuando menos curiosos y se ofrecen a multitud de resultados, muchos más que si extrapolamos tal ejercicio al universo de la política.

El “What if?” propuesto es el siguiente: “¿Y si el PSOE hubiera ganado las elecciones del 21 de noviembre de 2011?”.

Bien, en este caso no hace falta estrujarse mucho el coco para adivinar cuáles hubieran sido las consecuencias. Básicamente podemos resumirlo en que estaríamos exactamente como estamos ahora. Para empezar, la crisis seguiría devorando nuestra economía, y se hubieran vuelto a tomar todas y cada una de las decisiones económicas que ha puesto en práctica el PP y que tanto ha criticado el PSOE, incluyendo los malditos recortes que han acabado de hundir a Grecia y a Portugal y que los han convertidos en esclavos del protectorado alemán.

El modelo económico del PP y del PSOE es exactamente el mismo, porque no lo han creado ellos, sino que viene impuesto por los mercados y el gobierno alemán, y por tanto sus políticas sociales serían las mismas. Una cosa es implementar ayudas como la del cheque bebé cuando se presume de ser la octava potencia económica mundial, y otra cosa hacerlo cuando los números de las arcas del Estado están en rojo.

Los primeros recortes de la crisis los anunció Rodriguez Zapatero en el congreso del 12 de mayo de 2010, incluida la subida del IVA que tanto críticó en su momento el PP. Es decir, que ya daban igual las premisas socialistas del estado del bienestar porque los mercados mandaban y su voz era imperativa.

Erróneamente se podría haber caído en la tentación de no tomar estas impopulares medidas y haber dejado el trago al PP, erróneamente digo, porque todos los índices económicos se habrían disparado y habrían precipitado a España a un cataclismo inmediato, y ahí sí que todos los dedos apuntarían a un solo lado, el de la izquierda del hemiciclo.

En resumidas cuentas, que el PSOE hizo lo que le mandaban, esto es, aplicar paños calientes a la espera de que llegaran los siguientes. Y los siguientes llegaron, y no hicieron más que continuar las medidas que seguían siendo dictadas por otros.

Pero sigamos con nuestra especulación.

¿Cuál habría sido entonces la reacción del PP si el PSOE hubiera ganado y hubiera seguido con los recortes?

Pues la misma reacción que ha tenido el PSOE en la oposición, esto es, criticar estas medidas y seguir negándose a la subida del IVA.

Y esto, ¿a qué se debe?

Se debe a que no existe una alternativa real mientras votes a PP o PSOE. Ambos partidos no son más que títeres cómodos en sus respectivos puestos, que se van alternando sucesivamente para perpetuar un sistema que a ambos les conviene mientras el ciudadano acude alegremente a las urnas cada cuatro años convencido de que vive en una democracia.

Por Quique Castro.