lunes, 15 de febrero de 2016

Teleoperador en el Infierno

- Buenos días, soy Juan Pérez, de Arderás, empresa colaboradora con el Infierno. Pregunto por el señor Eduardo Gómez.

Eduardo Gómez apenas ha entendido nada de lo que acaban de decirle por teléfono, y además acababan de despertarle de la siesta.

- ¿De dónde dice que llama?
- De Arderás, empresa colaboradora con el Infierno.
- Escuche, estoy harto de que llamen a este número, ya les he dicho que no pienso cambiar de banco.
- Eduardo, no le llamo para que cambie de banco ni para venderle nada. En el Infierno estamos promocionando los nuevos bonos de estancia temporal a cambio de sus deseos.
- No estoy interesado, de verdad.
- Eduardo, estamos haciendo una promoción especial para personas que se han quedado sin trabajo, ¿está usted en el paro actualmente? 

Juan Pérez sabe lo que hace, lo primero que tiene que conseguir es que el cliente le escuche, lo segundo, implicarle, hacerle entrar en la conversación para que le de datos. Cuando más le diga Eduardo sobre sí mismo, mejor.

- Pues sí.
- Con los nuevos bonos de estancia temporal en el Infierno podría usted encontrar trabajo mañana mismo a cambio de cinco años en el Infierno, si es lo que desea, o incluso podría tocarle la lotería a cambio de veinticinco años, tenemos también el bono hogar, con el que podría cancelar su hipoteca a cambio de tan solo ocho años.
- Oiga, si se trata de una broma...
- No se trata de una broma, Eduardo, el bono de estancia anual en el Infierno ha aparecido este año en la revista Hades como uno de los tres mejores productos financieros. Usted elije su deseo en función de los años que desee pasar en el Infierno e incluso elije la forma de pago.
- ¿De verdad podría cancelar mi hipoteca?
- Efectivamente, Eduardo.

Al otro lado de la línea, Eduardo Gómez puede sentir la sonrisa teléfonica del vendedor, no le gusta, pero la oferta es tentadora y no pierde nada con escucharle, aunque no soporta el modo en que ese intruso que acaba de sacarle de la siesta no deja de repetir su nombre una y otra vez.

- ¿Cómo funciona eso?
- Aplazar la hipoteca supondría ocho años de asistencia a un curso de riesgos laborales continuo.

La oferta es tentadora, pero la sola perspectiva de tener que asistir a un curso de riesgos laborables, siquiera por un solo día, le parece insoportable. El silencio al otro lado del teléfono indica a Juan que el pez se lo está pensando.

- Eduardo, imagínese no tener que pagar nunca más un recibo de hipoteca, poder viajar, salir a cenar los fines de semana, tener dinero para darse los caprichos que usted se merece.
- ¿Qué capricho me iba a dar, si no tengo trabajo?
- Precisamente para gente como usted esta pensado el bono de estancia temporal, Eduardo, mañana mismo puede encontrar trabajo a cambio de tan solo cinco años en el Infierno.
- ¿Podría ser un trabajo de lo mío, como mecánico?
- Por supuesto, Eduardo.
- ¿Y en qué consistiría la penitencia?
- Como le dije, usted elije la forma de pago, la primera oferta consiste en dedicarse durante cinco años a escuchar todos los mensajes del Rey repetidos en bucle, la segunda consiste en realizar un trabajo de representación comercial para el Infierno.

A Eduardo Gómez aquello no le suena tan mal, a fin de cuestas se trata de un trabajo estable para el resto de su vida, así que acepta.

- Pues nada, Eduardo, al finalizar esta llamada no olvidé hacerse un corte en un dedo y verter su sangre en un gallo negro muerto entre las doce y las dos del medio día, justo en ese momento olvidará esta conversación y al día siguiente encontrará trabajo.

Un día más tarde, sin saber por qué motivo, Eduardo Gómez se encuentra con un gallo muerto entre las manos y con un mozo de mirada hosca que corre hacia él con un grueso bastón en la mano. Al día siguiente, con un ojo morado y las costillas doloridas, recibe una llamada de una de las cadenas de talleres mecánicos más importantes del país para ofrecerle un puesto como encargado.

Pero no lleva ni dos días de trabajo en el taller cuando se le desploma un coche encima y Eduardo Gómez deja este mundo, y no lleva ni dos minutos muerto cuando se presenta ante él un tipo trajeado que apesta a azufre.

- Hola Eduardo, soy Celestino Menéndez, comercial de Arderás, empresa colaboradora con el Infierno, ¿cómo te encuentras?
- Algo aturdido.
- Bueno, es lo normal cuando te mueres, nada de qué preocuparte. No sé sí recuerdas que firmaste uno de nuestros bonos de estancia temporal en el Infierno.
- Sí, ahora lo recuerdo todo, pero apenas he podido disfrutar de mi trabajo.
- Lo siento, Eduardo, pero en el contrato que firmaste especifica claramente que tienes que pasar cinco años en el Infierno, sin tener en cuanta el tiempo que hayas disfrutado de tu deseo.
- Supongo que firmé cuando maté aquel gallo y unté sus plumas con mi propia sangre.
- No, qué va, eso no vale para nada, pero nos gusta porque le da un toque más elegante a la transacción, ¿no crees?
- Visto así...
- Pues nada, Eduardo, acompáñame, que te voy a llevar a tu puesto de trabajo para que desempeñes la penitencia que elegiste.
- Como comercial era, si no recuerdo mal.
- Bueno, comercial, comercial...

Eduardo es conducido a través de varios círculos del Infierno hasta llegar a una amplia sala en la que hay dispuestas varias hileras de hombres y mujeres llamando por teléfono. Una confusión incesante de voces llena la enorme estancia. Celestino lo conduce junto a una silla vacía y le pide que tome asiento.

- Juan, este es tu nuevo compañero, indícale en qué consiste su trabajo.
- Juan Pérez, encantado-. Eduardo estrecha la mano que le tiende su futuro compañero-. Tienes suerte, al menos el respaldo de tu silla no está roto, ¿qué haces por aquí?
- Contraté un bono de estancia temporal en el Infierno.
- Ah, fenómeno, entonces ya sabes a qué te vas a dedicar durante los próximos cinco años.

Quique Castro.

3 comentarios:

  1. Ohhh, me dió pena no encontrar una mínima mención a las coordinadoras de esos comerciales telefónicos, encantadoras diablesas encargadas de fustigar a esos pobres tops para que no se les ocurra ni por un momento levantar la vista de esas pantallas inagotables, amenazadoras con sus fichas abriendose continuamente.......jajajaja, estaría bien, no neno?

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  2. Jajaja, sigues tan divertido como siempre, Kaik. Acabas de amenizar mi penitencia particular del día. Un saludo.

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  3. Jajajaja, sigues siendo igual de divertido. Yo también he debido comprar un bono de esos porque te leo amenizando mi propia penitencia. Saludos

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