viernes, 26 de abril de 2013

Gobierno de España, golpista y traidor


El Gobierno de España es golpista y traidor a la patria. Esto es lo que yo pienso y lo que piensan muchos ciudadanos, incluidos no pocos de los incautos que les votaron. María Dolores de Cospedal abrió la veda al llamar nazis a los ciudadanos desesperados que se atrevieron a manifestarse a la puerta de las casas de los políticos, como si la democracia estuviera limitada a ejercerse sólo una vez cada cuatro años. El político, por el hecho de serlo, no está por encima del ciudadano, todo lo contrario, debe ser su servidor, y está obligado por ley a soportar el escrutinio, la vigilancia y la reprobación que su cargo conlleve. Si María Dolores de Cospedal, en su legítimo derecho a manifestarse, puede llamar nazis a los que hacen escraches en la puerta de las casas de los políticos, yo, en mi legítimo derecho que también tengo a manifestarme, puedo decir que el Gobierno de España es golpista y traidor. 

Que no se atreva el Partido Popular a decir que les tienen inquina por haber sacado mayoría absoluta, que no se atrevan a decir  que cuentan con el respaldo mayoritario de los ciudadanos, que sí, que se atreverán, porque desfachatez y poca vergüenza tienen para eso y para mucho más. Pero no es cierto, y ellos lo saben. El Partido Popular es golpista y traidor y no cuenta con el respaldo mayoritario de los ciudadanos. Es golpista porque llegó al gobierno mintiendo y presentando un programa que luego no han cumplido, y porque se alzó con el poder por medios ilegítimos e inmorales, y es traidor porque con sus decisiones nos están llevando a la miseria, mientras que ellos salen del partido con cargos millonarios a sueldo de quienes nos piden esos sacrificios.


Mienten. La realidad no les obligó a cambiar su programa, la realidad la crearon ellos años antes con la ley del suelo de Rodrigo Rato, que favoreció la creación de la burbuja inmobiliaria, la realidad ya estaba ahí cuando el Gobierno de Zapatero decidió saquear el erario público para salvar a los bancos que se hundieron al participar en esta gran estafa económica mundial.


En una verdadera democracia deberían existir mecanismos para proteger a los ciudadanos de los estafadores que, como el Partido Popular, socavan, destruyen y escupen en la base de nuestra sociedad: la democracia.


Quique Castro.


miércoles, 24 de abril de 2013

Paella, sangría y tapas.


Barcelona está fagocitando la gastronomía española. Los españoles somos muy orgullosos para nuestras cosas, y en pocos asuntos lo somos más que con la gastronomía. En ningún sitio se come como en casa, solemos decir, y si le preguntamos a cualquier español  cuál es el lugar del mundo en el que mejor se come, irremediablemente todos diremos España. Bien, pues aquí va un secreto: fuera de nuestras fronteras no tienen ni la más remota idea de que en España se come bien. A veces, ni siquiera los propios chefs lo saben. Hace años trabajé en un restaurante en Londres, y me quedé asombrado cuando ni una sola de las personas que trabajaban en él sabía que el mejor marisco del mundo es el gallego. Vaya, ni siquiera sabían qué era Galicia. Tampoco saben que en España tenemos “carne o caldeiro”, migas extremeñas o fabada asturiana, pero, eso sí, en todas partes saben que tenemos  paella y sangría. Ah, y tapas. Tapas como las que se sirven en Barcelona, que no son tapas, son raciones de cuchillo y tenedor, o a lo sumo sofisticados y carísimos pinchos. En Barcelona no se sirven tapas. La tapa es pequeña y barata. Un día, en una cena, rodeado de franceses, uno de ellos me dijo: “En España hacéis muy bien lo de las tapas, pero si quieres comida de verdad tienes que venir a Francia”. No hay que enfadarse por ello. Para el resto del mundo que no es España, la gastronomía es francesa, italiana, china, japonesa o hindú, pero ni remotamente piensan en España. Es lo que hemos conseguido vendiendo paella y sangría.

Quique Castro.

jueves, 18 de abril de 2013

Alta Films: cae el telón de la cultura



Alta Films desaparece, uno de los resquicios del cine de autor en España. Nos están condenando al "éxito" comercial y palomitero de los norteamericanos, es decir, al fracaso cultural. A partir de ahora, tanto recaudas, tanto vales. Woody Allen tiene que buscar financiación en Francia (un cine hiperprotegido), porque en EE.UU. no lo consideran rentable, y aquí será igual, nos quedaremos a merced de los gustos al por mayor, más rentables, pero no necesariamente mejores.

Bergman, Fellini, Buñuel, en España no tendríais cabida. No sólo eso, con Alta Films se van sus salas de cine: Renoir, Floridablanca… De las pocas que se atrevían a exhibir clásicos atemporales o cine independiente. Otro éxito más de la derecha en este país, otro éxito del paletismo, del “pan para hoy hambre para mañana”, otra consecuencia más del robo indiscriminado que hemos sufrido los ciudadanos.

Nos dejan sin sanidad, nos dejan sin educación, cae el telón de la cultura. España, poco a poco, está siendo desvencijada. Pronto será un barco roto a la deriva, arrastrado por la gran potencia alemana. Seremos carne de cañón, obreros a bajo coste, obreros baratos incapacitados para tomar decisiones, sin criterio y sin bagage cultural. Están desarmando intelectualmente este país, que es justo lo que desean.

El estado del bienestar existirá sólo para una minoría, una élite capacitada para entender lo que ocurre y manejar la información, mientras que la inmensa mayoría no será más que una masa de lerdos narcotizada por el "jurgol".

Carta publicada en La Vanguardia, sábado 27 de abril de 2013.

http://www.lavanguardia.com/participacion/cartas/20130427/54372909637/adios-al-buen-cine.html

Quique Castro.

miércoles, 17 de abril de 2013

Identificación de los antidisturbios


La identificación que llevarán los antidisturbios de los “mossos” a la espalda es excesivamente larga y enrevesada; siete números y dos letras, una al principio y otra en el medio; en total, nueve caracteres. Cierto, ahora la llevan y es visible, pero seguramente valga para poco. La policía cumple una función necesaria, y la mayoría de los agentes merecen nuestra consideración, pero todos hemos visto sus espeluznantes cargas de las últimas manifestaciones: una ordalía desenfrenada de porrazos indiscriminados, muchas veces a menores o a pacíficos manifestantes. Les guste o no, ha ocurrido y, aunque quieran justificarlo con retórica política, no pueden, porque todos hemos podido verlo. 

Tengo una sugerencia para la policía: ¿por qué no escriben la identificación en cirílico, o, ya puestos, en braille?  Me cuesta imaginarme a mí mismo solicitando al agente que agredió brutalmente al menor Yago Parra hasta dejarlo inconsciente que se diera la vuelta para tomarle la matrícula. De paso, incluso, podría pedirle un boli y un papel para tomar nota, o podría pedirle que se estuviera quieto sólo un momento, mientras le saco una foto. Al final sólo nos separará de la brutalidad la presencia de los medios, y eso mientras les permitan acceder al lugar de los hechos.

Quique Castro.

viernes, 12 de abril de 2013

Crisis, pero de valores


La guerra ya ha comenzado. El mundo se colapsa, y las fuerzas antagónicas del capitalismo y del socialismo se enfrentarán en una lucha encarnizada. Hasta ahora era una guerra económica, pero la amenaza de Corea del Norte o las injerencias de los EE.UU en la política internacional no anuncian nada bueno. En todo caso, esta guerra hace tiempo que ya ha dejado bajas, y hasta ahora los que han caído siempre han sido del mismo bando: el de los pobres.

El ciudadano no se entera de lo que pasa. La izquierda y la derecha no existen, son pura ficción, y los ciudadanos filtramos las noticias no para informarnos, sino para alimentar nuestras ideas preconcebidas. La clase política se atrinchera en sus poltronas y nos arroja su basura a la cara para que en la calle se discuta a cuál de ellos le huele peor.

La crisis en España no es sólo económica, sino principalmente de valores. El ciudadano de a pie, ese que abuchea al político corrupto a la salida de los juzgados, se hubiera postrado a sus pies y le hubiera ofrecido la virginidad de su hija si no hubiera sido condenado. Porque, en España, ha dejado de importar la honestidad y la nobleza. Ya sólo importa si te pillan.

Carta publicada en "Zona 20", en el periódico "20 Minutos".

Quique Castro.

miércoles, 10 de abril de 2013

¡Qué repitan la pregunta!



Sería estupendo que en el panorama del periodismo político actual surgiera en España un periodista capaz de acorralar a sus entrevistados como hemos visto hacer a Eddie Mair en su entrevista a Boris Johnson, alcalde de Londres. No dudo de la categoría profesional de los periodistas españoles, ni siquiera de sus ganas, pero el caso es que jamás nos quitamos la impresión, al menos en el terreno de la política, de que el entrevistado está un peldaño por encima del entrevistador.

Creo que Ana Pastor realizó un buen trabajo al frente de “Los desayunos de la 1”, pero al final de su etapa, en vez de acorralar a sus entrevistados, era ella la que tenía que justificar su  buen hacer e imparcialidad. Los políticos españoles están demasiado acostumbrados a responder con evasivas y circunloquios, y a que el periodista de turno desista. Cuántas veces, desde el sillón, no hemos pensado: “¡eso no es lo que le has preguntado! ¡Pregúntaselo otra vez!”. Pero no, el periodista nunca repite su pregunta, y el espectador nunca recibe su respuesta, sólo asiste frustrado a la declamación acomodaticia de un discurso ensayado que jamás se sale de su cauce.

Enrevista de Eddie Mair a Boris Johnson, alcalde de Londres:

Quique Castro

lunes, 8 de abril de 2013

Truños, caimocho y chunta chunta


Truños, calimocho y chunta chunta. Éste es el eslogan que debería sustituir, al menos en Poblenou, al mítico “sexo, drogas y rock’n’roll” de los sesenta. Mientras que en el barrio de Gracia la Policía se aposta en cada esquina para vigilar que la bohemia de pega despeje las calles apenas dan las tres de la madrugada, a esas mismas horas, en Pedro IV, una muchedumbre campa a sus anchas bebiendo y berreando, y así seguirán hasta más allá de las cinco de la mañana.
Aparte de por los cánticos nocturnos y el chunta-chunta de los coches en los que se hace botellón, Pedro IV también debería ser famosa por ser la calle con más cagadas de canes por metro cuadrado. ¿No hay un apartado específico para tal gesta en el libro Guinness de los records? Sea como fuere, allí llevan los animales de dos patas a sus animales de cuatro para que depongan unos magníficos pastelotes. Caminar por Pedro IV es como hacerlo por un circuito de obstáculos. Si pasas por aquí serás bienvenido, pero no te despistes, mira al suelo y cuidado con las heces. Y si eres ciego…, lleva botas de agua.
Creo que se debería prestar la misma atención a todos los barrios, independientemente de que unos estén de moda y otros de pena, y de los políticos que vivan en ellos.


Quique Castro.

viernes, 5 de abril de 2013

Somos maleducados




Los españoles somos maleducados. Tal vez por aquí no lo sepamos o no nos demos cuenta, pero en el extranjero lo tienen muy claro y para ellos es una de nuestras señas de identidad, como la paella, la sangría o los toros. La gente que viene de fuera flipa. No tanto los turistas que nos llegan, que tampoco están para muchas sofisticaciones, como los que vienen a trabajar o a estudiar y se quedan el tiempo suficiente como para calarnos un poco. Y al final acaban por aceptar como otra de nuestras particularidades que aquí no se diga gracias, ni por favor, ni disculpe.
He visto a una embarazada en el metro, no diré de qué ciudad, a la que nadie cedía el asiento, creía que era un mito, algo imposible, pero puedo asegurar que lo vi con mis propios ojos. Uno, por gentileza, aguanta la puerta al que viene detrás, que pasa sin decir gracias, como si fuera su privilegio, luego escucha como un chaval de quince años dice “campeón, ¿tienes fuego?”, a un señor de sesenta, y luego ve a un ejecutivo correr para coger su asiento en el tren antes que nadie. Y entonces uno entiende mucho de lo que nos pasa.
Quique Castro.