El
conflicto con las terrazas 1
La nueva ordenanza
municipal de terrazas servirá para reordenar la disposición de las mesas en la
Rambla de Poblenou. Esta medida, cuya finalidad es devolver a los ciudadanos
parte del espacio público, reducirá en 24 las 469 mesas actuales.
La medida no ha sentado a
todos por igual. Toni Ramos, presidente de la Asociación de Hosteleros, cree
que esta ley tendrá una repercusión negativa en sus ingresos, con la
consecuencia directa de destrucción de puestos de trabajo, y afirma: “Los
precios van a subir porque no puedo sacar lo mismo con 20 mesas que con 8 o 12,
y es la gente del barrio la que va a sufrir esta subida”.
Porque el problema de
fondo no es la desaparición de 24 mesas -número que la Asociación de Hosteleros
eleva a 100-, sino el reparto que se hará de las 445 restantes. La ordenanza
asegura 4 mesas para cada establecimiento, incluso para los que antes no tenían
ninguna, pero también limita su número máximo a 12. Otro factor a tener en
cuenta es que no se podrán poner mesas donde haya árboles, farolas, pasajes o
edificios públicos, por lo que algunos locales se ven ya obligados a colocar su
terraza a 15 o 20 metros de distancia.
Tampoco se ha tenido en
cuenta que el 70% de las terrazas están comprendidas en la zona central de la
Rambla. Así, esta medida no afectará en absoluto a algunos de los locales que
ya se ajustaban al número de mesas permitido, mientras que otros, como Can Toni
o El Tío Ché, con una estructura empresarial ya consolidada, verán reducidos
sus ingresos drásticamente.
“De 17 establecimientos
que éramos en el año 2.000 hemos pasado a ser casi setenta, pero la rambla no
se ha hecho más grande y en ese espacio hemos de caber todos”, dice Tere
Moreno, cuarta generación al frente de El Tío Che, la centenaria horchatería de
la Rambla, pero matiza: “Tal vez no se debería tratar igual a un local que hace
30 años que está y a otro que ha traspasado una tienda de ropa de toda la vida
para poner un bar de copas; al final la rambla se está llenado de negocios que
no dan caliu, y la esencia del barrio
se va a perder completamente”.
La rambla de Poblenou
todavía no es considerada zona de turismo de borrachera, pero algunas
plataformas vecinales han alzado su voz contra la masificación turística que
amenaza con transformar el barrio. “Stop
massificació turística”, o “Veïnes en
traspàs”, son algunos de los mensajes que pueden leerse en los carteles que
cuelgan de los balcones.
“Aquí no hay turismo de
borrachera, el Poblenou es un barrio familiar, pero el reparto de terrazas
puede ser perjudicial, porque fomenta que los restaurantes no tengas mesas y los bares de copas sí”, declara Tere
Moreno, y pone un ejemplo: “Hay un restaurante de la zona que va a pasar de 20
mesas a 8, mientras que los dos bares de copas que tiene al lado les han dado 8
a cada uno”.
Quique Castro
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