-¿Y
hace mucho que esto le viene pasando? –le preguntó el doctor Rovira.
-Bueno,
no. No mucho –dijo el señor Pujol-. Desde el ataque.
-Ya.
Bueno…
Ninguno
de los dos sabía cómo seguir. Al señor Pujol le daba vergüenza continuar y el
doctor Rovira esperaba que su paciente siguiera hablando para lograr encajar la
psicopatía en algún rango determinado.
-No sé cómo… en fin -dijo el señor Pujol.
-Bueno,
bueno –dijo el doctor-, me hago cargo, no se apure.
-Es que me da un poco de vergüenza.
-No,
no, qué tontería –sonrió el doctor-. Voy a darle un pase para el psicólogo.
-¿Al
psicólogo?
-Sí,
bueno, podrá ubicar mejor su patología.
-En
el fondo lo de ser un hombre lobo no es el problema.
-No,
ja ja –se rió el doctor.
El señor Pujol no sabía de qué se reía el doctor, pero optó por sonreír también, a fin
de cuentas era el médico y sabría lo que se hacía.
-No
está tan mal, ¿sabe? El sentimiento de vitalidad es enorme, casi adictivo
–siguió. El doctor Rovira quería aguantarse, pero se le escapó la risa y
comenzó a troncharse delante de su paciente.
-Lo
siento, le pido mil disculpas –dijo, pero aunque trataba de mantener la
compostura no podía evitar reírse. La risa sincera del doctor se le contagió al señor Pujol, de natural afable y empático cuando estaba en modo humano.
-Doctor
–dijo al fin-, lo cierto es que me siento contrariado.
-Me
hago cargo –dijo el doctor, y no pudo seguir hablando porque la risa volvió.
-Son
sólo las noches de luna llena, pero al día siguiente me siento fatal, sobre
todo por mi mujer.
El
doctor hizo un esfuerzo sincero por serenarse. Detrás de cualquier perturbación
mental siempre había un drama personal y familiar. La aflicción y la vergüenza por su anterior comportamiento le ayudaron a sobrellevar la consulta con dignidad. Por ridículo que le
pareciera, aquel hombre era su paciente, y sufría.
-Le
pido disculpas, señor Pujol. Le ruego que me perdone, entienda que suena tan…
-Me
hago cargo –dijo Pujol-, la gente suele tomarme a cachondeo al principio
porque no me creen y piensan que estoy chalado o que quiero llamar la atención,
pero no estoy chalado.
-Ese
es un término que nunca usaría –El doctor podría haberle despachado sin más,
como tenía pensado hacer en un principio, pero aunque le esperaba una mañana
complicada con un desfile interminable de pacientes, se decidió a darse un
tiempo para escuchar al curioso personaje que tenía delante.
CONTINÚA MAÑANA.
-Ser
un hombre lobo no está tan mal –como le decía-, lo malo es que creo que el
hombre lobo que me creó… no era muy hombre, y eso también ha acabado por
afectarme.
El
doctor Rovira tardó unos segundos en reaccionar.
-Perdón,
usted dice que…, el hombre lobo que le creo a usted…
-Sí,
eso, el que me creó a mí… Bueno, como ya sabrá, para que alguien se convierta
en hombre lobo, tiene que haber sobrevivido al ataque de otro hombre lobo.
-Lo
cierto es que ignoraba este punto.
-¿Lo
ignoraba? –dijo Óscar Pujol, al que extrañaba que todo un doctor desconociera
algo que hasta un chiquillo sabía.
-Lo
ignoraba, sí, así es. Si le soy sincero, no tenía la más mínima idea, pero lo
encuentro la mar de interesante.
-Pues
así es. Si un hombre lobo le atacara, doctor, lo más seguro es que le matara y
le comiera, hágase cargo.
-Entiendo,
entiendo, sin duda se trataría de una situación harto compleja -dijo el doctor,
que no tenía ni idea de lo que le hablaba su paciente, aunque seguía intrigado.
-Claro,
pero el caso es que yo sobreviví.
-Debe
usted considerarse un hombre afortunado –señor Pujol.
-No
sabría que decirle doctor, si me considerase afortunado no hubiera venido a su
consulta.
El
doctor Rovira se enderezó incómodo en su sillón.
-Quiero
decir... ahora no me siento afortunado, me siento desdichado y avergonzado,
pero cuando me convierto en hombre lobo me siento…
-Liberado
–se aventuró el doctor, que ya imaginaba con qué tipo de paranoia esquizoide se
las veía.
-¡Exacto,
doctor! ¡Empieza usted a verlo!
-Y
ese ataque, ¿cuándo se produjo?
-Bueno,
hará medio año, más o menos.
-Eso
son unas cuantas lunas llenas.
Más, más, más!!!
ResponderEliminarDespués de la ira acumulada en los últimos meses se agradece de vez en cuando algo de fantasía.