miércoles, 18 de abril de 2012

Justicia ciega sí, pero no tonta



A la ciudadanía se le está mandando un mensaje muy claro, y es que existe una justicia implacable para el ciudadano de a pie y otra para los poderosos, mucho más tolerante y permisiva. Ni somos iguales ante la ley ni a nadie le importa. A los jueces instructores del caso Babel no les tocó una perita en dulce. ¿Cómo llegar al meollo de todo un entramado de corrupción pero respetando el papel de la infanta? 

Podría parecer difícil, pero no lo es. No lo es porque en este país nos toman el pelo y ni siquiera tienen la delicadeza de disimular, ¿para qué, si nos da igual? La ley es una farsa, lo vemos una y otra vez. No importan las pruebas, el juez tiene libertad para aceptarlas o rechazarlas según sople el viento, y en idénticos casos puede argumentar a favor o en contra según le convenga al poderoso y a él mismo, tal y como ha pasado con la mujer de Diego Torres y con la infanta doña Cristina.


Olvidémonos por un momento de que el maridísimo, Iñaki Urdangarín, sea el principal imputado y centrémonos en ella. ¿De qué modo podría estar relacionada con los delitos investigados?, ¿por qué imputarla?, ¿hay algún indicio que nos haga pensar que pueda estar implicada?


Para empezar, sabemos de modo fehaciente que la infanta Cristina se benefició de los fondos que, de modo fraudulento, llegaron a Aizoon. Para aquellos que todavía no lo sepan, Aizoon era propiedad de la infanta al 50%, mientras que el otro 50% era propiedad de su marido, Iñaki Urdangarín. Recordemos también que el 95% de la facturación de Aizoon provino de Noos, empresa propiedad de Iñaki Urdangarín. Es decir que Noos, en teoría una sociedad sin ánimo de lucro, desvió fondos públicos a una maraña de empresas entre las cuales se encontraba Aizoon. Y en algunas de estas empresas estaba implicada la Infanta, como propietaria, como socia y como esposa.


El hecho de sacar dinero de una caja y no declararlo podría ser considerado simplemente un mero delito administrativo si se tratara de cualquier otra empresa, pero resulta que estamos hablando de sociedades implicadas en una investigación por desvío de fondos públicos. La infanta Cristina era la propietaria, es su empresa la que está siendo investigada y ella misma se apropió de este dinero, que se gastó en pagar a la canguro, comprar vino, arreglar el palacete… Para que quede meridianamente claro: la infanta uso dinero público sacado de una empresa de su propiedad que está siendo investigada.  Así que no, no es sólo un delito administrativo.


Por si no fuera suficiente, que lo es, sabemos que su marido, Iñaki Urdangarín, era el otro socio propietario de Noos al 50%. Entonces, ¿si se imputa a Iñaki Urdangarín, porque no imputar a la infanta Cristina? Claro, resulta que la declaración de Iñaki Urdangarín desvincula a la infanta de todas las irregularidades detectadas, y ocurre también que no se ha encontrado un solo documento que la vincule a la empresa. ¡Ni uno sólo! ¿No es extraño?  Es su empresa, ella era la propietaria desde el 2003, y sin embargo no hay nada. Por lo demás, hasta el propio juez Castro afirma que la declaración de Iñaki Urdangarín ha estado llena de imprecisiones y vaguedades, y reconoce no haberle creído, a excepción, por supuesto, de lo que atañe a la infanta.


Y aunque no le creyera, el propio juez Castro nos recuerda que, “aunque se probara que la infanta sí sabía de estas actividades supuestamente delictivas de Urdangarín, la responsabilidad por ellas no se amplía al cónyuge que las conoce, siempre que no se demuestre que haya participado activamente en los actos supuestamente objeto de delito”.


Vaya, ¡qué contradicción!, porque la jurisprudencia del Tribunal Supremo en cuanto a blanqueo de capitales (sentencia del 22 de julio de 2011) habla de “llegar hasta el extremo de penar como cómplices a los cónyuges de quienes han acumulado grandes sumas de dinero sin justificación en breve periodo de tiempo, colaborando con ellos en la constitución y posterior puesta en funcionamiento de las empresas, de las que también eran titulares, sin un especial protagonismo en la comisión del delito”.


Es decir que, con los mismos motivos demostrados, un juez puede imputar a una persona y a otra no conforme a la interpretación que haga de la ley. Confiamos, por supuesto, en que esta interpretación no se vea alterada por presiones ajenas al cumplimiento de su labor como garantes de la justicia, ¿a que sí?


Podríamos pensar que todos estos son motivos más que sobrados para imputar a la infanta, pero es que hay más. En el 2006, el secretario de la Casa del Rey, Alberto Aza, conminó por escrito a Iñaki Urdangarín para dimitir de sus cargos al frente de sus empresas, e incluso se envió a un delegado para examinar sus actividades empresariales y poder desvincularle de la trama, lo cual quiere decir que la Casa Real estaba al tanto de lo que ocurría. ¿Podemos pensar seriamente que, si el Rey estaba informado, no lo iba a estar su hija?, ¿y qué quiere decir eso de que la casa Real estaba informada? Yo todavía no lo entiendo.


Todos los hechos expuestos son de sobra conocidos públicamente y reconocidos tanto por el juez como por los fiscales. El problema no está en demostrar que Aizoon era una empresa fantasma que servía para blanquear dinero, esto lo tienen muy claro tanto en la Oficina de Investigación del Fraude de Hacienda como la Policía Judicial, el problema tampoco es demostrar que la infanta se aprovechó de este dinero para su beneficio personal. El problema radica en demostrar que la infanta Cristina era conocedora de los hechos y que, o bien colaboró en la trama, o bien ayudó a encubrir a los culpables.


Los indicios al respecto son tantos y tan abrumadores, que haría falta una dosis mayúscula de creatividad para justificar que la infanta no se sentara en el banquillo. Pero para el juez instructor y el fiscal de la acusación nada de esto es vinculante, al menos en los que se refiere a la infanta, con respecto a la mujer de Diego Torres es otro cantar. Al parecer, para sentar a la infanta en el banquillo haría falta una nota manuscrita reconociendo su culpabilidad.


Para rematarla, los súbditos españoles (porque aquí somos súbditos), elegimos unos representantes cuyo único empeño es figurar y llenarse los bolsillos. Y si, “mirusté" por donde, se les pilla hasta las rodillas en la masa, pues qué quiere que le diga, que aquí es lo que se lleva, la picaresca, y seguro que si tú pudieras también te pringabas y tonto el último… Y por si cabe alguna duda le vuelvo a votar, que me cae bien.

La consecuencia es que el Rey llega al Parlamento y le rinden ovación cerrada, oye, no vaya a ser que se nos agrie la atmósfera y por cuatro perroflautas pierda yo mi escaño, mis dietas y mi coche oficial, que lo tengo más grande que el tuyo y no veas lo que vacilo en la urbanización.

¿Qué la monarquía es inútil?, no me atrevería a decir yo tanto. Al “Hola” y al “Semana” buen servicio que les hace.


Quique Castro.

3 comentarios:

  1. Señor Vizconde ¿Qué tendrá que pasar en este país para que por lo menos haya un referendum y los españoles nos podamos pronunciar libremente si queremos República o Monarquía? Lo ideal sería un referendum sobre si queremos a estos políticos o les damos una patada ahí mismamente, pero eso ya es pedir demasiado.

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  2. Lo preocupante es que esta situación no parece que vaya a cambiar a largo plazo. La pasividad ciudadana ante la patética gestión política que se viene dando hace varios años, ante los casos tan graves de corrupción producidos en diferentes comunidades del país y con diferentes gobiernos, y ya, lo más de lo más, el escandaloso caso de corrupción del ex-deportista Iñaqui Urdangarín deja a la gente perpleja en el momento que es consciente de la noticia, pero diez minutos después ya no les importa que les hayan robado y lo vayan a seguir haciendo y que la Justicia no sea justa para todos por igual. Sólo hay que preguntarle a la Infanta y, por poner un ejemplo, al Sr. Camps!!

    Totalmente de acuerdo con el comentario del Vizconde, antes los políticos y la Monarquía nos engañaban igual que ahora, sí, pero al menos hacían el esfuerzo para que no nos diéramos cuenta. En cambio ahora, ya no les hace falta ni ser ingeniosos, nos engañan y mienten sin más. Hemos llegado a un punto en que lo aceptamos todo y con una queja al compañero de al lado tenemos suficiente. Que nos roban…bueno, mañana me tocará hacerlo a mí! Qué la justicia no me dará el mismo trato que al maridito de la Infanta y a otros muchos, no pasa nada, ya se lo comentaré a mi compañero de celda que seguro él me entiende.

    Quién dijo que éramos la generación del conformismo? Somos la generación del "Sálvame Deluxe" que es mucho peor.

    Monarquía a Referéndum ya!! (Tantas cosas se tendrían que someter a Referéndum)

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    1. Solo se me ocurre una palabra: VERGÜENZA.
      Entre que somos como bien dices la generación del conformismo y los políticos tan corruptos que hay en nuestro país, que solo se llenan los bolsillos, no vamos bien y solamente observamos, criticamos y nos quedamos impasibles.

      Carmen.

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