Nueve años hace que frecuento “Colomer”, barbería centenaria sita en
Poblenou, y es que hay gente que va al estilista y gente como yo, que va al
barbero, o barbera en este caso. “Colomer” lleva cien años en el mismo lugar,
los mismos que tiene el único sillón que preside la sala, un “Triumph”, como la
marca de las motos, de hierro forjado y porcelana blanca.
No me quejo del emprendedor paquistaní que se atreve a montar su
negocio sin hablar una palabra de español, le sobran las agallas que nos faltan
a muchos, pero mi cabellera ya está hecha a las tijeras de mi peluquera, y ella
se conoce de memoria el remolino, la cicatriz y las manías, que ya van siendo.
Al acabar le digo al paquistaní que muy bien, aunque no me acabe de
gustar la nuca, demasiado cuadrada, y aunque el flequillo lo remate yo mismo al
llegar a casa con las tijeras del pescado.
Volveré con mi peluquera y ella no dirá nada, pero a través del espejo me lanzará una mirada que me hará sentir culpable. ¿Y qué quiere? Su tarifa es de once euros y medio, y el paquistaní me ha cobrado cinco.
Volveré con mi peluquera y ella no dirá nada, pero a través del espejo me lanzará una mirada que me hará sentir culpable. ¿Y qué quiere? Su tarifa es de once euros y medio, y el paquistaní me ha cobrado cinco.
Además soy reincidente. La primera vez que engañé a mi barbera fue en
una peluquería que también me quedaba cerca de casa, pero de más postín, y en la
que no llegué a sentirme cómodo en ningún momento. Entré con aire de
culpabilidad al reclamo de las peluqueras que veía cada día al
pasar por el ventanal, con esos aros como puños en las orejas y aquellas
mandíbulas a punto de descoyuntarse por el chicle. Era una peluquería unisex,
pero no había ni un hombre en la sala, a excepción de un peluquero gay.
Y ahí estaban la Vane y la Sonia, diligentes, profesionales, amables…
incluso sonrientes. Y Lucía, y la Paqui, todas yendo y viniendo, y yo en el
medio, entre una hilera de cabezas llenas de rulos y papel de aluminio que se
volvieron y me miraron por encima de sus Holas,
sus Prontos y sus Cuores. Desee salir y volver con mi
barbera de Poblenou con sus Interviús
atrasados y su Mundo Deportivo, quise
escapar, salir corriendo. No es broma, no es un recurso literario, quise huir.
Pero la jefa no me dejó, y antes de que me diera la vuelta para volver sobre
mis talones apareció secador en mano.
-Hola.
-Hola… –digo yo-. Pues para cortarme el pelo… y eso.
-Espera..., a ver quién está –y se volvió para ver que
alegre ninfa de coloridos cabellos masajearía mis sienes.
Y hete aquí que la ninfa fue…
-¡Paco!
¿Paco?, ¿cómo que Paco?, ¿qué quería decir con eso de Paco? ¡Ningún
Paco masajearía mis sienes!
Paco apareció y me miró de arriba abajo sin pudor alguno.
-Dame la chaqueta.
-¿Para qué?
-¿Quieres un café?
-No.
-Ponte esto.
Yo esperaba el típico mandilón que te atan con esparadrapo al cuello.
Nada de eso, ¡tenía mangas!, y se ataba al cuello con un lacito que caía por
delante. Kurtz no sabía lo que era el horror.
-Siéntate aquí anda –Paco me señaló la palangana para lavar la cabeza.
-Ya me he lavado el pelo.
-Da igual –Paco era dominante.
-No, pero digo que yo que…
-¡Verooo! ¿Le lavas el pelo, por favor?
Vero, ¿cómo era Vero?, ya ni me acuerdo, pero yo le estuve agradecido todo
el tiempo que duró nuestra relación, unos cinco minutos, con champú y masaje y
todo ese blablabá sensual. Tengo una amiga peluquera. Un día me dijo:
-Cuando tengo que lavarle la cabeza a un chico que me gusta, me
imagino que me lo estoy tirando.
Esa sí es una actitud profesional y comprometida. Yo no sé en qué
estaría pensando Vero, tal vez en la hipoteca, en la noche del viernes, o tal
vez en que tenía que desparasitar a su gato. Daba igual, Vero me lavó de cabeza, y luego me devolvió a Paco con la cabeza
chorreante y las orejas relucientes.
-Me suena tu cara –dijo Paco.
-Ni idea.
-¿Vas al Nova Icaria? –El Nova Icaria es el gimnasio del barrio.
-Sí.
-Pues eso debe de ser. Yo es que iba al Alfa 5, pero me cambié por mi
novio, que iba al Nova Icaria y mira, pues me convenció.
-Un buen gimnasio, sí, buenas máquinas.
-Y ya ves tú, porque después de pagar la matrícula me cansé de él y lo
acabé dejando, oye, es que lo tenía encima todo el rato, no me dejaba ni
respirar.
-Ya, es que a veces…
Y en eso interviene la peluquera que cortaba la cabeza a la señora de
al lado
-¿Del Juan estás hablando ya?
-Sí hija.
-Menos mal que lo dejaste tú, que si te llega a dejar él.
-A veces lo pasa peor el que lo deja –añadió la cabeza llena de rulos
que tenía a mi lado-. ¿no?
¿Dónde estaba Leo Messi?, ¿dónde estaba Mourinho?, ¿por qué nadie
hablaba de ellos?, ¿y el Tour de Francia?
Y para colmo, dieciocho euros. Me quedo con mi barbera.
Quique Castro.
No entiendo qué diablos te pasó por la cabeza para serle infiel la primera vez a tu "barbera" después de una relación de nueve años ... o sí lo sé!, ¿pero una segunda vez y con un paquistaní? ¿Qué misterios o aventuras esperabas encontrar?¿No sería a otro Paco?. No me digas que simplemente vendiste tu pelo y la confianza de tu peluquera por seis euros y medio.
ResponderEliminarLo siento, pero creo que esta vez tu querida "barbera" no podrá perdonarte. Perdonó una primera porque fue por otras mujeres y un peluquero gay deportista, y esto en cierto modo es comprensible; buscabas nuevas experiencias, nuevas amistades, nuevos temas de conversación, pero ¿esta segunda con un paquistaní?, y que conste que no es por el hecho de ser paquistaní, si no por la sensación de sentirse abandonada por otro hombre... ¡eso no hay mujer que lo perdone!
Mi confianza en ti después de esto ha bajado tres peldaños. Yo nunca le haría eso a La Juani (la peluquera de mi barrio).
¡Me ha encantado! No sabes cómo me he reído.
Mónika.
Artículos así son los que hacen que de repente no odies a tu compañera de trabajo a la que hace 10 min. estabas a punto de asesinar.
ResponderEliminarDespués de unas risas, se pierde el instinto asesino.
Gracias Mafalda por haberme "obligado" a leerlo (eres mu pesá). Me has librado de 15 años de cárcel.
Hola Mafalda, la primera vez que le fui infiel a mi barbera llevaba yendo unos cinco años, no sé, la monotonía... De todos modos ya ves, nadie me lo corta como ella.
ResponderEliminarAnónimo/a, no me la asesines, que me hace buena publicidad. Gracias por el comentario.
Decían en la radio que taxistas y peluqueros están obligados a dar conversación por trabajo, yo añadiría que —a veces— deberían de estar obligados a estar callados por trabajo. Muy bueno el artículo.
ResponderEliminarAnda que no me he reido ni nada, y me he sentido identificado. Los guionistas preferidos de Almodóvar firmarían encantados el texto.
ResponderEliminarEl arte de la peluquerìa es un mundo desconocido.....un largo silencio a veces da espacio a que los otros sentidos disfruten del momento. El masaje es compartir emociones y sensaciones....lo que el masajista siente, el paciente recibe y disfruta.....
ResponderEliminarSr. Castro, ese apellido me resulta extrañamente... familiar.
ResponderEliminarGracias Lolo, no sé si sera para tanto. ¡Qué diablos, claro que sí!
Anónimo, vedo a lei esperto in materia. Forse lei abbia fatto il perruchiere?
Está claro que Kurtz no conocía el horror....
ResponderEliminarGarchiyou
Ah esas cotidianidades que nos hacen sentir como en casa. Recuerdo un sillón como ese allá en mi Lengua de Pájaro, un sillón del tiempo de los americanos, un poco antes pero en aquellos tiempos el hierro y barberías así derrotaban la poca imaginación del plástico y las Veros... bueno las Veros era mujeres de verdad, ¿Y hoy qué? A veces no se sabe que toca uno pero que te hagan esos trabajitos y te imaginen trabjándote en el formato horizontal, bueno, eso está requetebien. Me quedo con peluquerías y peluqueras así. Que no decaiga ese ritmo señor Enrique. Y esos balcones fantasiosos que no se cierren nunca.
ResponderEliminarU. R. Olivero
Bueno...reticente a un peluquero gay! profesional por lo que se ve, ya que no hubieron quejas.... mejor hubieses ido a Poblenou sin duda!
ResponderEliminarEn realidad reticente a que me masajeara las sienes, no al propio peluquero, que sí, fue muy profesional, y no, no hubo quejas. De Poblenou eran todos, el mejor barrio de Barcelona.
ResponderEliminarTienes muchísima gracia. Me reí un montón. C.C.P.
EliminarGracias Carmita, de eso va la cosa, de reírse un poco.
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