¿Qué
es Snapchat, una aplicación para mandarse fotos en pelotas o una
poderosa herramienta de marketing? Deseada, imitada y cotizada, ha
pasado de ser una aplicación criticada por su dudosa utilidad a
gigante de las tecnologías y vehículo comercial a tener en cuenta.
En
2011 Anthony Weiner tuvo la feliz ocurrencia de mandar unas fotos
suyas en calzoncillos a una joven de 21 años a través de Twitter.
Las fotos salieron a la luz, claro, y el político tuvo que renunciar
a su escaño en el Congreso de los Estados Unidos. Al parecer esto
fue lo que inspiró a Evan Spiegel, un graduado de 25 años de la
universidad de Stanford, para crear Snapchat en diciembre de 2011.
De
modo resumido podríamos describir Snapchat como una aplicación en
la que un usuario puede mandar una foto a otro y decidir el tiempo
que éste podrá verla, que será de entre 1 y 10 segundos antes de
que sea eliminada automáticamente. El valor de Snapchat reside en la
autenticidad de lo efímero. Es mucho más fácil ser uno mismo
cuando la corrección no es obligada, y la corrección es obligada
cuando perdemos el control de lo que colgamos en Internet, es decir,
siempre. Valga como prueba la insólita cantidad de descerebrados
multados o arrestados por colgar fotos o vídeos en los que infringen
la ley, por no hablar sencillamente de los millones que se
despertaron una tarde de domingo y observaron con horror su actividad
en WhatsApp de la noche anterior.
En
poco más de tres años Snapchat ha crecido lo suficiente como para
sus creadores rechazaran una oferta de 2.235 millones de euros
proveniente de Facebook, y para que su valor actual en el mercado se
estime en unos 13.900 millones de euros. Hay quien asegura que
Snapchat sólo es una moda, y que su éxito se basa en la posibilidad
por parte de los adolescentes de mandarse fotos en porretas, sin
embargo las estadísticas dicen que sólo el 18% de los usuarios
reconoce haberlo usado para tal fin, y ya sabemos que en las
encuestas todo el mundo dice la verdad, ¿a que sí?
Snapchat
fue la segunda aplicación más descargada en el 2014, por delante de
Youtube y Facebook y sólo por detrás de Facebook Messenger, y en
2014 contaba con más 25 millones de usuarios. ¿De verdad los
profesionales del marketing iban a permanecer ajenos a esta tendencia
pensando que era sólo una cosa de chicos salidos? Evidentemente no.
De hecho se anuncia una revolución no sólo en el comercio sino en
el mundo de la comunicación en general, y ya hay medios que
vaticinan que las noticias Snapchat son el futuro del periodismo.
El
usuario medio de esta aplicación está entre los 13 y los 26 años
(por cierto, muchas más mujeres que hombres), y son los conocidos
como millenials,
los primeros nativos digitales. Los millenials
viven pendientes de las redes sociales y están a la última en
tecnología digital, y saben que el matrimonio, la ciudad donde viven
y lo que consumen son cosas efímeras, ya no digamos sus trabajos; es
decir, que los millenials
son muy Snapchat. Pero Snapchat no es una red social, no hay grupos,
sólo existen interacciones individuales. A pesar de esto, o gracias
a, marcas como Valentino, Michael Cors o McDonalds ya lo usan para
acercarse a sus clientes aprovechando ese aura de distinción que da
la publicidad personal y la posibilidad de asistir a colecciones u
ofertas exclusivas. Unicef también se ha atrevido a usar esta
aplicación como arma comunicativa: Snapchat colabora pidiendo a sus
usuarios que agreguen a la ONG, y esta manda crónicas para ayudar a
dar a conocer el impacto de la crisis de Boko Haram en Nigeria y lanza dibujos realizados por niños implicados en este conflicto.
En
definitiva parece que las marcas empiezan a usar Snapchat como una
nueva herramienta con la que crear su storytelling
y urdir la trama en la que apresar a sus usuarios más jóvenes. Los
contenidos no pueden durar más de 10 segundos (¿será que nuestra
capacidad de atención cada vez es menor?), y no están disponibles
más de 24 horas, pero la capacidad de impacto para los potenciales
seguidores puede marcar la diferencia, ya que se trata de un público
exigente, pero con una inmensa capacidad de retroalimentación e
interacción social.
Quique Castro.
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